El instituto Nacional de Acceso a la Información Pública y Datos Personales (INAI) de México funciona desde el año 2002 y vela por dos derechos fundamentales: el acceso a la información pública y la protección de los datos personales de sus ciudadanos.
Gracias a la plataforma de transparencia desarrollada por el INAI y el acceso a la información pública que hizo posible, el periodismo de aquellos lares evolucionó de funcionar como caja de resonancia de las declaraciones y comunicados oficiales a investigar cómo se ejerce el poder y se utilizan los recursos nacionales.
Este nuevo periodismo desenmascaró los abusos y las triquiñuelas de los reyezuelos. Desde los exagerados gastos en toallas de una ex primera dama, pasando por los desvíos millonarios de recursos por intermedio de empresas fantasmas de un poderoso exgobernador, hasta la dudosa casa que un contratista del estado regaló a un expresidente. Todo esto sacado de las sombras del secreto gracias al impulso dado a la transparencia por el INAI.
Por ello, tal vez, en medio de una pandemia descontrolada que mantiene los contagios en niveles monumentales y a los hospitales colapsados, el presidente de aquel país se concentra en eliminar una institución que le resulta incómoda por sus funciones y por no estar supeditada a su control.
Al igual que el resto de gobernantes de América Latina, el de México resulta alérgico a la rendición de cuentas. Desde el Río Bravo hasta la Patagonia, la confrontación de los círculos de poder y la transparencia es la trama común que nos une.
En nuestras fronteras cambian sólo los detalles: la historia es la misma. Por ejemplo, en medio de la pandemia, los préstamos multimillonarios para “mitigar” los estragos económicos de la crisis han disparado la deuda sin que hasta el momento se dispongan de explicaciones detalladas acerca del destino de esas montañas de billetes. Mientras tanto, los sistemas de salud y de educación sumidos en la más absoluta carencia de recursos.
La transparencia, definitivamente, es un lujo- o una alergia- que rehúyen quienes acceden al poder con motivaciones muy distintas a las de velar y trabajar por el bienestar común.