Trono de paz
Continuando con el tema de los magnicidios del que hablamos en las dos últimas entregas de La Historia Habla, hoy vamos a concluir dando un repaso acerca de los asesinatos en el trono de San Pedro. Los papas, sucesores de Pedro, a quien según Mateo 16, 18-19 el propio Jesús dijo: “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos y cuanto desatares en la Tierra será desatado en los cielos”.
Desde San Pedro hasta el Papa Francisco ha habido 263 papas. Y no todos han muerto plácidamente en su cama. Es importante destacar la palabra ‘plácidamente’ ya que varios murieron en la cama, pero como veremos a continuación no de una forma plácida.
Más de cuarenta papas de la lista de sumos pontífices pasaron a mejor vida envenenados, acuchillados, fritos en aceite, reventados con hachas, martillos o estacas, sofocados con almohadas o cuerdas o ahogados atados a un ancla.
En libros como Los secretos del Vaticano de Corrado Augías, podemos encontrar la historia de los papas martirizados, que fueron varios, empezando por Pedro, crucificado en el año 67 por Nerón. Lino de Volterra que fue Papa del 67 al 79 fue crucificado por orden de Vespasiano; y Domiciano mandó sumergir en aceite hirviendo a Anacleto (79 -91) que lo tenía frito con sus críticas, Trajano mandó arrojar al mar a Clemente con un ancla atada al cuello y cortarle la cabeza a Alejandro. Estos son los más destacados pero no fueron los únicos muertos por desacuerdo con la autoridad imperial del momento.
Calixto (217- 222) fue asesinado por el populacho romano que lo creían cómplice y protector del emperador Heliogábalo, así que cuando éste fue asesinado, la plebe se volvió contra el pontífice y lo apalearon, lo acuchillaron y lo defenestraron.
A Urbano (222-230) lo apuñalaron y abandonaron el cadáver en las calles de Roma para que se lo comieran los perros. A Ponciano (230-235) lo torturaron y lo exilaron en Cerdeña donde falleció a causa de las heridas. El emperador Trajano Decio mandó decapitar a Fabián en el año 250.
Cuatro de sus sucesores tuvieron también un trágico final: Cornelio torturado, Esteban, Sixto II y Marcelino degollados. A Esteban le cortaron el cuello estando sentado en la silla papal.
En el año 496 llegó a ser papa Anastasio II, a pesar de que él mismo afirmaba haber perdido la fe. Dante Alighieri lo colocó en el Infierno en la Divina Comedia (Canto XI) junto a los herejes. A Anastasio lo envenenó su sucesor durante un banquete. Teodorico, el emperador, no quiso dejar perder la tradición y mandó al martirio a Juan I.
El papa Silverio y la emperatriz Teodora tuvieron sus más y sus menos y el papa no entendió que una mujer con poder siempre consigue lo que quiere, ¡pues buena era Teodora! Tras negarse a seguir una orden de la emperatriz, ésta envió a uno de sus generales a que lo mandara al exilio en Licia y organizó la elección de un nuevo papa. Pero como los obispos de Occidente se opusieron a la designación de la emperatriz de Oriente y se negaron a apoyar a un nuevo papa mientras estuviera vivo el anterior, Teodora mandó que estrangularan a Silverio y santo remedio. En la curia paz y después gloria.
Si Silverio fue muerto por terco, Conón fue mandado a matar por avaro. Subió los impuestos de la Iglesia a los campesinos para poder mantener su vida de lujos y depravación y por lo visto el emperador Justiniano decidió mandar a aliñarle la comida.
Juan VII en el 777 fue uno de los papas que murieron en la cama. Estaba teniendo sexo con una de sus amantes cuando entró el marido. Este agarró una estaca y apaleó hasta la muerte al no tan santo Padre.
Juan VIII fue papa durante diez años y es llamado Juan el Simoníaco . En el 882, tras haber tenido que abandonar Roma, huyó a Rávena y después se refugió en Génova. Allí se echó de amante al marido de una noble y los familiares de la mujer puesta en vergüenza lo envenenaron. Tras una agonía de tres días, los asesinos, impacientes, le partieron la cabeza con un martillo, según Fulda en sus Anales, “hasta que el arma se les quedó clavada en el cerebro y expiró”.
Y podemos seguir con los juegos de la muerte por los pasillos vaticanos, el sucesor de Juan VIII, Marino I, fue envenenado por Esteban V. Entre Esteban V y Esteban VI fue papa Formoso. A este, o más bien, a su cadáver, Esteban VI le organizó el ‘Sínodo del cadáver’, ordenó que los restos de su antecesor fueran exhumados y el cadáver fuera enjuiciado post mortem. Declarado culpable, se arrancaron de su cuerpo putrefacto los símbolos de su dignidad como vicario de Cristo, le fueron arrancados los tres dedos que los papas usan para bendecir y lo que quedaba de su cuerpo fue arrastrado por las calles de Roma y arrojado al Tíber.
Esto fue suficiente para que Esteban VI fuera encarcelado y estrangulado en su celda. Al sucesor de Esteban VI, Teodoro II, lo dejaron llevar la mitra veinte días antes de envenenarlo.
El cardenal César Baronius en los Annales Ecclesiastici dice que los pontificados de Sergio III, Anastasio III, Landón, Juan X, León VI, Esteban VII y Juan XI fueron una ‘pornocracia’. Pero eso será tema de otra entrega de La Historia Habla.
Por ahora podemos seguir enumerando papas asesinados, Juan X, León VI, Esteban VII, y Juan XII, el “Calígula del laterano”, o “el papa fornicador”. Este dechado de virtudes fue asesinado en el 964 cuando otro marido lo sorprendió en la cama con su mujer.
Al lujurioso lo sucedió Benedicto V, en 964 huyó de Roma con el tesoro papal, y sólo regresó cuando lo dilapidó, con la pretensión de recuperar su posición. León VIII, quien entonces era el Papa, le rompió el báculo en la cabeza; pero eso no fue la causa de su muerte, sino las puñaladas que le dieron el padre y los hermanos de una jovencita a la que Benedicto había violado antes de huir de Roma.
Eric Frattini nos relata en su libro Los papas y el sexo que Juan XIII hizo del palacio lateranense un burdel, solo tenía a su servicio a vírgenes que no tardaban mucho en dejar de serlo y llegó a cometer incesto con su sobrina. Este fue otro de los papas que murieron en la cama, otro marido cornudo lo sorprendió en pleno acto sexual y le asestó una puñalada mortal.
Una muerte más misericordiosa que la de Inocencio V quien en el año 1276 murió envenenado. Este papa es famoso porque, siendo dominico, fue el que impuso que los papás vistieran de blanco.
Celestino V nos enseña la lección de que en aquellos tiempos ni siquiera ser bueno y renunciar a los oropeles te garantizaba la supervivencia. En 1294 Celestino renuncia a su cargo, entrega las llaves de Pedro y se va a vivir a una cueva. El nuevo papa, Bonifacio VIII, ante la posibilidad de que la vida de ermitaño no le gustara y el renuente regresara con la pretensión de recuperar su mitra, mandó a unos sicarios a estrangularlo.
Benedicto XI fue envenenado en 1304 por orden del rey de Francia, por negarse a repetir el ‘Sínodo del cadáver’ desenterrando y quemando el cuerpo de Bonifacio VIII, el enviador de sicarios.
Clemente V, quien, junto con el rey de Francia disolvió la Orden del Temple fue envenenado en 1314. Pero vivirá por siempre en el Infierno de la Divina Comedia.
Los Urbanos VI y VII también murieron envenenados, y este último logró romper el récord de Teodoro II ya que sólo sobrevivió 13 días a su elección como papa.
Clemente XIII, que mandó cubrir las partes pudendas de todas las estatuas de Roma e intentó disolver la Compañía de Jesús, murió tras comerse unas sopas, al parecer aliñadas por un jesuita.
Como vemos, el solio pontificio es la silla caliente. Y el ser papa en la modernidad no te garantiza tampoco morir sin sospechas de asesinato. Recordemos a Juan Pablo I, él murió en su cama, pero su muerte está envuelta en misterio y sospechas de asesinato y encubrimiento, tal y como podemos leer en libros como Los cuervos del Vaticano de Eric Frattini.