El rápido reconocimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al nuevo gobierno de Perú busca contribuir a atajar la crisis institucional que vive ese país y darle un halo de legitimidad al presidente interino Francisco Sagasti.
Inmediatamente después de su juramentación ante el pleno de Congreso, el uruguayo Luis Almagro, secretario general de la OEA, envió un mensaje de saludo a Sagasti. “Confiamos en su capacidad para conducir al país a través de esta crisis y hasta las próximas elecciones presidenciales y legislativas del 11 de abril de 2021”, afirmó a través de un tuiter. La semana pasada la OEA desconoció al régimen de facto de Manuel Merino, al igual que los gobiernos del mundo.
Lo mismo hizo la representación de la ONU en Perú. Una situación que cambió en las últimas horas. “ONU Perú saluda a Francisco Sagasti como nuevo presidente del Congreso del Perú y como próximo presidente de la República tendrá serios retos y decisiones que asumir”, señaló la entidad. Expresó, además, el compromiso de trabajar en conjunto por un Perú con igualdad de oportunidades. “Nuestros mejores deseos”, concluyó el mensaje enviado por tuiter.
Con la accidentada llegada al poder de Sagasti, que tomó posesión como presidente interino este martes después de una semana de crisis política, Perú parece encaminarse hacia una transición de cara a las elecciones generales de abril próximo y la entrega del poder al gobierno que surja de esos comicios tres meses después.
Justamente una semana antes, un complot parlamentario dio un golpe de Estado al presidente Martin Vizcarra – acusado de haber recibido sobornos por $620,000 cuando era gobernador provincial- e instaló en el poder a Merino, entonces jefe del Congreso.
Trama opositora
La trama fue urdida por los líderes de las seis bancadas opositoras -dos de los cuales están presos por sedición, asesinato y corrupción y la mitad de los actuales congresistas tienen problemas con la justicia- de espaldas a los ciudadanos que reaccionaron airados ante el quiebre institucional.
La rápida respuesta de la población, que identificó el riesgo y demostró su hartazgo, con marchas en las calles, fue la primera clarinada. Miles de peruanos, especialmente jóvenes, fueron el más importante impulso democrático que frenó el golpe de Estado parlamentario. La represión brutal de las protestas pacíficas agravó la situación de los golpistas e hizo su presencia más insoportable.
La caída del golpista Merino se saldó con dos muertos, un centenar de heridos y unos 60 desaparecidos, según organismos de derechos humanos. La enorme presión pública logró desarmar el frente parlamentario que hace una semana destituyó a Vizcarra.
Ahora Merino y algunos de sus ministros enfrentarán cargos por los delitos de homicidio doloso, abuso de autoridad, lesiones graves, lesiones leves y desaparición forzada.
Merino solo duro cinco días en el poder. Sin reconocimiento internacional y aislado dentro del país, renunció –antes lo habían hecho 13 de los 16 ministros de su gabinete- y generó un vacío de poder que trató de ser manipulado por los congresistas que no identificaron que los peruanos los rechazan y exigen que se vayan todos.
Entre el domingo y el lunes se produjeron oscuras negociaciones en el Congreso entre políticos que pretendían desoír la ira ciudadana e insistir en elegir, con las mismas desviaciones corruptas, un presidente interino que los representara dentro del espíritu de la vacancia con el que habían depuesto a Vizcarra.
“Hasta el último minuto, un sector golpista del Parlamento seguía respirando por la herida. Intentaron imponer una mesa directiva a su medida. No lo lograron. Pudo más el consenso. Pudo más la presión de la juventud movilizada”, dijo el editorial de este martes del diario limeño La República.
“Las fuerzas autoritarias y sus aliados de clara factura corrupta en el Congreso han sufrido un revés”, añadió. “No duermen. Están ahí. En la hora decisiva intentaron competir por la dirección del Congreso, inclusive. La ciudadanía debe estar alerta porque la transición apenas ha empezado”.
La historia se repite
En Perú la historia de repite. Hace 20 años, el 16 de noviembre del 2000, Valentín Paniagua fue elegido por el Congreso como presidente interino para encaminar el proceso de recuperación de la democracia, luego de una década del régimen de Alberto Fujimori, actualmente encarcelado por violaciones a los derechos humanos y delitos de corrupción.
“El objetivo no era lograr justicia o luchar contra la corrupción. Hubo cálculos políticos para tomar el poder y beneficiar a grupos particulares y también la impunidad. Los congresistas ni siquiera midieron el daño a sus partidos y ahora pueden ser castigados en las urnas”, opinó la politóloga Paula Muñoz, citada por el diario peruano El Comercio.
Los golpistas que derrocaron a Vizcarra sumaron 105 votos. Sagasti logró 97, de una plenario de 150 congresistas, luego de una ardua negociación y se erigió como el candidato del consenso.
Sagasti y su Partido Morado fue el único que votó en bloque contra el derrocamiento de Viscarra y tuvo la legitimidad necesaria para encabezar la nueva directiva del Congreso que lo catapultó a la presidencia interina del Perú.
Tiene ahora la ardua tarea de recuperar la confianza de la ciudadanía y tratar de reconstruir y darle algo de credibilidad al sistema político. Como si fuera poco debe reanimar la economía severamente golpeada por la pandemia del covid-19 que ha infectado a un millón y causado la muerte a más de 35,000 peruanos.
“Lo que hemos visto en los últimos días en estas manifestaciones es un poderosísimo llamado de atención. No bastó la pandemia, no bastó la crisis económica, no bastaron los problemas de inseguridad, tuvimos que esperar la muerte de dos jóvenes para que nos caiga encima toda la enormidad de la situación”, dijo Sagasti al asumir el cargo desde el cual gobernará al país por los próximos ocho meses.
Quién es Sagasti
Sagasti, un ingeniero de 76 años, nieto del héroe nacional vencedor de Tarapacá, Francisco Sagasti Saldaña, es un tecnócrata devenido en político tras las elecciones parlamentarias de enero pasado.
A lo largo de su vida, ha sido investigador, docente, autor, congresista e incluso compositor musical y productor de televisión.
Su fuerte, sin embargo fue siempre la ciencia y la tecnología. En el Congreso presidió la comisión de Ciencia, Innovación y Tecnología del Congreso.
El nuevo jefe de Estado estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional de Ingeniería del Perú y tiene una maestría en la misma disciplina por la Universidad de Pensilvania. Se doctoró en Investigación Operacional y Ciencias de Sistemas
Sociales en la Escuela de Negocios de Wharton, también de la Universidad de Pensilvania.
Durante su carrera, Sagasti ha trabajado como consultor y asesor en diversos organismos internacionales. En la década de 1980, fundó en el Perú el centro de investigación Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE). Ha sido, además, docente en distintos centros de estudios, tanto nacionales como internacionales.
Fue asesor de asuntos de tecnología e industrialización en el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), en el primer gobierno de Alan García Pérez (1985-1990) y en el de Ollanta Humala (2011-2016).
En el 2017, se convirtió en el primer peruano en recibir el premio internacional Robert Merton, otorgado por el Comité de Investigación de la Asociación Sociológica Internacional. Ha publicado más de una veintena de libros.
Sagasti fue uno de los 72 secuestrados tras la toma en 1996 de la residencia del embajador de Japón en Lima por parte del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Fue liberado a los dos días. Cuando dejó el recinto, se llevó consigo un diario y un cartón firmado por Néstor Serpa, el cual irónicamente ha llamado su “diploma de rehén”.
Antes de aspirar a un puesto en el Congreso en los comicios extraordinarios de enero pasado, en los que encabezó la lista por Lima del Partido Morado -organización política que fundó de la mano con su actual líder, Julio Guzmán- Sagasti no había participado de un cargo de elección pública.