Izquierdistas sueñan con rearme ideológico en Sudamérica

 

Los ideólogos de izquierda aseguran que el tablero político de Sudamérica ha experimentado un nuevo reacomodo tras la victoria del socialismo en las elecciones presidenciales del pasado 18 de octubre en Bolivia.

El triunfo del candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Luis Arce Catacora, es considerado por esos sectores como un triunfo para el al eje Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Arce, recuperó el poder que perdió Evo Morales hace un año, luego de verse forzado a renunciar a la presidencia al tratar de imponer un fraude en los elecciones de su país. Arce se sumó a los nuevos líderes que han emergido tras las victorias en Argentina y México, pero que no parecen dispuestos a dar una batalla ideológica tan fuerte como la vivida en la primera década de este siglo bajo la conducción del extinto Hugo Chávez y la parasitaria relación con Cuba.

Pero Arce, que ganó con el 55% de los votos, pese a las posibilidades de un comportamiento más mesurado que el de Morales, podría convertirse en un títere de su antiguo jefe político. Morales ha insistido que no formará parte del nuevo gobierno, pero el hecho de que se le hayan levantado los cargos por media docena de delito pone en evidencia que el MAS controlará la justicia en Bolivia.

Si bien Arce anunció que restablecerá relaciones diplomáticas con Estados Unidos, las mismas que su antecesor canceló en 2008, cuando expulsó al embajador Philip Goldberg bajo acusación de conspirar con la oposición, también buscará nuevos vínculos con Cuba y Venezuela, rotos por el breve gobierno que surgió tras la salida del poder de Morales, al igual que las relaciones con movimientos radicales de izquierda que los cuales confraterniza el MAS.

Washington felicitó al presidente electo y señaló que “Estados Unidos espera trabajar con el nuevo gobierno elegido democráticamente en asuntos de interés mutuo”. Pero nadie se hace ilusiones sobre mejores relaciones con la Casa Blanca.

Todo es parte de un maquillaje por el triunfo electoral de Arce, quien asumirá la presidencia de Bolivia el próximo 8 de noviembre, y no parece tener posibilidades de poner fin a la crisis política desatada el año pasado desatada por Morales el año pasado.

La inestabilidad no desaparecerá. Puede acrecentarse por el carácter ideológico del MAS, detrás del cual está Caracas y los parásitos de La Habana. No hay ninguna razón para pensar que el MAS no continúe o incluso profundice las prácticas autoritarias que caracterizaron su último gobierno. A Bolivia le quedan años por delante de inestabilidad política.

Diferencia de Chile

Una situación muy diferente a la que vive Chile. Pese a que el gobierno de Sebastián Piñera y la élite política, de izquierda y derecha, hicieron todo lo posible por retrasar las reformas constitucionales demandadas por la movilización del año pasado, finalmente comprendió que estaba en juego la legitimidad del sistema y el futuro democrático del país.

Ambos sectores reconocieron que detrás de las protestas no solo había causas inmediatas vinculadas a la crisis económica y la desigualdad social. También subyacían fenómenos más profundos, como el descontento generalizado hacia las élites y clases gobernantes. Todo agravado con la mayor pobreza que está causando la pandemia del covid-19.

El plebiscito en el que ganó la propuesta para la elaboración de una nueva Constitución, demostró que Chile encontró una salida institucional porque fue desde el inicio un país institucional, algo que no puede decirse de Bolivia, Nicaragua o Venezuela donde las dictaduras han destruido las instituciones. Menos aun de Cuba donde la dictadura castrista tiene secuestrada a la población en una isla sin futuro.

La lección es que si las frustraciones y el descontento social no se canalizan por una vía democrática e institucional, los liderazgos populistas se acentuarán en la región. Y los discursos antisistema, los políticos outsiders que se autopostulan como redentores frente a las múltiples crisis, aparecerán como una alternativa tentadora para importantes franjas de la población.

Complicidad con Venezuela

Maduro envió la semana pasada un avión del régimen para trasladar a Venezuela desde Buenos Aires a Morales, desde hace 10 meses exiliado en Argentina. De esa forma Morales regresó a Caracas, en una corta visita de 24 horas para coordinar los pasos que dará el socialismo en la región. El régimen chavista lo respaldó durante los 14 años que estuvo en el poder en Bolivia hasta su caída en noviembre del año pasado.

No cabe duda que Maduro intentara, a través de Morales, controlar la gestión de Arce, para influir en la decisiones del nuevo líder boliviano ante el cambiante escenario regional.

Sin embargo, los ideólogos que añoran los tiempos del chavismo, se encuentran con líderes de la izquierda ahogados por crisis económicas que dificultan cualquier proyección internacional.

En México, la segunda economía de América Latina, manda desde el 2018 Andrés Manuel López Obrador, encajado en el bloque de la izquierda, aunque con muchos matices que le alejan del perfil clásico. Apuesta por la ortodoxia macroeconómica y cultiva la relación con el empresariado, igual que marca distancia con los movimientos sociales y aplica una política migratoria apegada a los deseos de Washington.

Si bien no reconoce al presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó, que cuenta con el respaldo de 60 gobiernos del mundo, el asunto de Caracas responde a la aplicación de la doctrina Estrada de no intervención que México lleva a cabo desde 1930, más que a algún tipo de complicidad con el dictador Maduro que le pudiese complicar su verdadera preocupación: la buena relación con Estados Unidos.

En Argentina, el presidente Alberto Fernández en el poder desde el año pasado está volcado en capear una profunda crisis económica marcada por una enorme devaluación de su moneda, la elevada inflación, el aumento del desempleo y la pobreza, agravada por la dureza con la que ha golpeado el coronavirus. Como parte de su pragmatismo respaldo la votación de la resolución de la ONU que condeno las violaciones de derechos humanos en Venezuela.

Está lejos anticipar que la próxima partida será la toma del poder en Ecuador del partido manejado por e corrupto expresidente Rafael Correa en las elecciones de febrero de 2021. Es el sueño de un escenario que está lejos de repetirse en Sudamérica.

Negociaciones en México

Precisamente México fue el escenario del último intento el mes pasado por parte de la Casa Blanca para negociar la salida de Maduro. Las conversaciones secretas con un enviado del régimen chavista, demostró que Trump ha alternado las amenazas y presiones con propuestas de diálogo y ha dicho que no tiene problemas con reunirse con Maduro si con eso consigue sacarlo del poder.

El encuentro secreto participaron Richard Grenell, hombre de confianza de Trump, ex director de Inteligencia Nacional y enviado especial para el diálogo entre Serbia y Kosovo. Por el otro, Jorge Rodríguez, mano izquierda de Maduro. El movimiento diplomático contó con el respaldo de Robert O’Brien, asesor de Seguridad Nacional y el beneplácito de Trump, según revelo la agencia Bloomberg.

Todas las negociaciones en las que ha participado el régimen bolivariano han terminado en fracaso, más o menos rotundo. Incluso en 2016, Maduro engañó al Vaticano y no cumplió los acuerdos alcanzados. También se levantó de la mesa abierta por Noruega para montar una falsa Mesa de Diálogo Nacional con grupúsculos colaboracionistas.

Maduro, por otro lado, quiere mostrar músculo ante cualquier amenaza externa. Insistió la semana pasada sobre la creación del Consejo Militar Científico y Tecnológico, que con el apoyo de Cuba, China, Irán y Rusia para fabricar su propio sistema de armas.

El objetivo es no depender del exterior –sus principales proveedores son China y Rusia- y burlar así el bloqueo de Washington y sus amenazas y sanciones económicas.

Desde que tomó el poder en el 2013, Maduro ha hundido a Venezuela en una crisis económica que le ha impedido continuar con la compra de armamento, mucho menos hacer el mantenimiento de los aviones, tanques y armas que importó el país sudamericano.

Con la amenaza de una posible intervención militar desde Estados Unidos, Maduro ha dicho que sus Fuerzas Armadas están preparadas para el enfrentamiento, aunque expertos en material militar lo ponen en duda por la poca capacidad operativa en la que se encuentran los equipos.

Escape de López

Por otro lado, la fuga el viernes pasado de la embajada de España en Caracas después de 18 meses en calidad de huésped del líder opositor Leopoldo López, ha dejado en el ridículo a la dictadura de Maduro. La decisión obedeció principalmente al cambio del embajador de Madrid en el país sudamericano.

López, de 49 años, debió anticiparse a la llegada en los próximos días de Juan Fernández Trigo representaba un peligro para la estancia del dirigente opositor en esa sede diplomática. Con el nuevo embajador de España, abiertamente favorable a la dictadura castrista, corría el riesgo de ser nuevamente un rehén de la dictadura de Maduro.

López fue detenido en el 2014 en medio de protestas contra el chavismo y luego de pagar cuatro años de cárcel se fugó y se refugió en la residencia del embajador del España, quien lo albergó como perseguido político.

En un momento donde van ocurrir cambios, tanto con la elección presidencial de Estados Unidos como la fraudulenta elección de la Asamblea Nacional del 6 de diciembre, es preferible para López estar en una posición donde se puede ejercer un liderazgo.

El dirigente opositor venezolano aterrizó este domingo al aeropuerto de Madrid, luego de su espectacular escape de Caracas. Medios de prensa han tratado de reconstruir la fuga cinematográfica que se inició el viernes en la noche al lograr salir sin descubierto de la residencia del embajador español en Caracas, rodeada de por patrullas policiales y miembros de los servicios de espionaje del chavismo.

Parece que la ruta seguida fue cruzar por Apure en la frontera con Colombia y tomar luego un avión desde Cúcuta o Barranquilla desde donde voló a Miami y después a Madrid. Otras fuentes aseguran que desde el puerto de La Guaira, a 30 kilómetros de Caracas, López abordó una embarcación que lo llevó a Aruba, un trayecto que se cubre en dos horas. Desde Aruba voló a Miami y de allí a Madrid donde viven su esposa, Lilian Tintori, sus tres hijos, y su padre, el eurodiputado Leopoldo López Gil.

Como jefe político del partido Vanguardia Popular, el mismo de Guaidó, López tendrá un protagonismo desde el exilio en una campaña internacional contra la dictadura de Maduro.

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