En la Amazonía peruana, indígenas ashaninkas rememoran la crueldad de la guerrilla  

Los indígenas amazónicos ashaninka, víctimas de masacres perpetradas por Sendero Luminoso en Perú en los años ’80, esperan que la guerrilla muera junto al líder de la violenta agrupación maoísta, Abimael Guzmán, cremado el viernes.

El jefe de la comunidad ashaninka Otari, situada en Pichari, en la selva de la región de Cusco, que sufrió en carne propia esa violencia, recuerda a la guerrilla como una “enfermedad” en esta aldea rodeada de plantaciones de yuca, cacao y hojas de coca.

“Para mí en la década del 80 hubo una enfermedad de Sendero (…) No quisiera que vuelva nuevamente”, dice a la AFP David Barboza Vargas, jefe de esta comunidad que enfrentó con arcos y flechas a columnas de Sendero Luminoso en la década de 1980.

“Estamos convencidos que bastante ha traicionado a nuestros pueblos ashaninka en toda la Amazonía”, agregó indignado Barboza, de 62 años, que lleva en la cabeza una colorida corona con plumas de papagayo y pelo de erizo.

Pichari se ubica en el mayor valle cocalero de Perú, conformado por los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, más conocido como VRAEM y epicentro recurrente de choques armados entre militares y disidentes de la guerrilla de Sendero Luminoso aliados con el narcotráfico, según las autoridades.

Aquí viven en extrema pobreza unos 200 ashaninkas en rústicas casas de madera con techos de hojas de palma.

Los ashaninkas fueron el principal grupo nativo de la Amazonía víctima de la violencia de Sendero Luminoso durante el conflicto interno peruano (1980-2000).

Comunidades arrasadas

Barboza rememora el cruel destino de comunidades ashaninkas masacradas por Sendero Luminoso desde mediados de la década de 1980.

“Fueron asesinados con bala cuando ellos estaban corriendo para meterse al río”, recordó emocionado tras contar que perdió a varios familiares por causa de la violencia.

Entre 1986 y 1996 los ashaninkas estuvieron en medio del fuego cruzado entre la guerrilla maoísta y las fuerzas de seguridad.

Una Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) calificó de “holocausto” la matanza de ashaninkas en esta zona.

Desaparecieron alrededor de 40 comunidades y murieron unos 6.000 indígenas, poco más del 10% de su población que en 1993 se estimaba en 55.000 personas.

Según los testimonios recopilados por la CVR en 2003, Sendero Luminoso secuestraba indígenas y los utilizaba como sirvientes y agricultores. Las mujeres eran violadas para engendrar “soldados”.

Secuestrado

El líder de la comunidad Pitirinquini, Abel Casiano, fue secuestrado cuando tenía 16 años, en 1986, y pudo escapar tras dos años de cautiverio.

“A mí me llevaron y obligaron de chibolo (adolescente). A niños ashaninkas los llevaron, pero yo sabiendo me he escapado por los montes”, aseguró Casiano, de 52 años, que recibe a la AFP con el rostro pintado, una señal de su autoridad.

“Teníamos sufrimiento. Me decían ‘Así es el Partido Comunista’, ‘Así es el ejército guerrillero’. ‘Vamos a luchar, vamos a ganar el gobierno’”, recordó.

Casiano contó que Sendero Luminoso acuchilló a su madre Victoria y a sus hermanos Sonia, Alicia, Norma y Simón.

“A nosotros como ashaninkas nos ha afectado Sendero. Comunidades han desaparecido, hasta ahora no sabemos que pasó con los hermanos ashaninkas”, dijo por su parte Reyna Barboza, vicepresidente de la Organización Ashaninka del Río Apurímac (OARA).

Barboza señaló que su comunidad temió un regreso de las peores épocas de la violencia guerrillera tras la reciente matanza perpetrada por disidentes de Sendero Luminoso en San Miguel del Ene. Un ataque a dos bares dejó 16 muertos en mayo, incluidos cuatro niños.

Los ashaninkas son una etnia que habita en la selva central y el sudeste de Perú. Es la más numerosa entre las 65 etnias indígenas amazónicas del país.

“Que lo quemen”

A raíz de su derrota militar hace tres décadas, la enorme mayoría de los líderes de la guerrilla de extrema izquierda están tras las rejas.

Su líder Abimael Guzmán, que pasó 29 años en prisión, murió a los 86 años el 11 de septiembre en la cárcel donde cumplía condena a perpetuidad desde 1992. La fiscalía ordenó su cremación, que tuvo lugar el viernes pasado.

La historia de la guerrilla “es historia de muerte de toda la familia del Perú”, declaró Chayeki Tinkavo, de 37 años, presidente del Comité indígena de autodefensa ashaninka y mashiguenga.

“Gracias a Dios estamos vivos. Nosotros queremos vivir en paz tranquilos, trabajando para que no haya más matanzas”, dice Chayeki, arma y flecha en mano.

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