Cada cual tiene derecho a soñar lo que sus sentimientos le inspiren. Algunos- no pocos- soñaban con que esta pandemia nos convertiría en mejores seres humanos; sin embargo, los hechos se encargaron de tirar por tierra tal inocencia- al menos en lo que a gobernantes se refiere.
Porque en medio de la angustia, la desesperación, el miedo y la muerte de cientos de miles de personas, en Latinoamérica el espectáculo de la corrupción rampante y descarada no ha tomado descanso.
En Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, entre otros, no han faltado los casos de corrupción mientras el covid-19 hundía a sus poblaciones en las más difíciles condiciones económicas agravadas por el sufrimiento y la muerte de miles de ciudadanos dentro de sus fronteras.
Por acá, lamentablemente, la situación no ha sido distinta. No han faltado los manejos cuestionables o sospechosos de corrupción: ventiladores que originalmente costaban entre 5mil y 6 mil dólares, luego costando 48,950 dólares cada uno; mascarillas que una institución oficial adquiere a 1.64, otra pretende pagar por ella 8 dólares; un hospital modular licitado a precio de estreno, resulta luego construido con materiales reciclados de otro país.
Y en medio de esta pandemia- la de la corrupción y la del covid- ocurre la muerte de un joven galeno que primeramente permanece recluido 19 días en el Hospital Santo Tomás y, luego, es trasladado al hospital de la Caja de Seguro Social. Requería del trasplante de un pulmón lo cual implicaba el desembolso de un millón de dólares: falleció sin que su familia lograra recaudar dicha cantidad.
Se perdió una valiosa vida humana- valiosa como todas- mientras en una increíble danza de billetes se fumigan 8 millones de dólares en la planilla bruja número 172. Mientras se le “inyecta” alrededor de 1000 millones de dólares a una banca nacional que no ha dejado de reportar ganancias. Mientras 80 millones del Fondo de Ahorros de Panamá se transfieren al Fondo Solidario de Vivienda para beneficio del sector inmobiliario.
Otro “soldado” que cae en esta “guerra” contra el coronavirus. Ignorado por sus generales y, sobre todo, por su “Comandante Supremo”. ¿Cuántos otros habrán sucumbido ignorados, también, y esperando por una mano amiga? ¿Cuánto vale una vida humana en medio de esta tragedia?… Parece que nada, porque las prioridades apuntan hacia otra parte.