Cantos de sirenas

La palabra demagogia proviene de dos vocablos griegos: demos, que significa pueblo y agein, que significa dirigir. En sus orígenes venía a designar el arte y la estrategia para dirigir al pueblo.

Según algunos historiadores, la palabra fue utilizada por primera vez en la comedia Los caballeros, del inmortal Aristófanes. Otros historiadores, sin embargo, no tan seguros de tal precisión, distribuyen su origen entre las obras de Aristófanes, Tucídides y Aristóteles. Cuando la palabra, luego de una breve historia, inició su proceso degenerativo, fue este último- Aristóteles- quien definió al demagogo como un “adulador del pueblo”

A lo largo de siglos de historia política, la palabra demagogia fue prostituyéndose hasta ser vista, en el presente, como una lamentable degeneración de la democracia: una simple herramienta para manipular los sentimientos del electorado y que combinada con falsas promesas, falacias y omisiones sólo persigue lograr el acceso al poder para satisfacer intereses personales o de camarillas.

En ausencia de programas políticos y de propuestas de valor para el bien común, al demagogo le sobran las promesas irrealizables y la manipulación de los miedos y anhelos de la masa popular. ¡El contenido reemplazado por el marketing político y la asesoría de imagen!

Estos cantos de sirena resuenan en toda la escala de nuestro escenario político, dominado por la insustancialidad y la ausencia de propuestas valiosas para construir el futuro nacional.

Mucho cuidado con esa última cosecha de la demagogia criolla que, en medio de la vulnerable situación provocada por la pandemia, endulza los oídos del pueblo con la promesa de repartir los ingresos derivados del Canal.

A lo que debemos aspirar es que, año tras año, esos ingresos sean efectivamente invertidos en renglones prioritarios como educación y salud, entre otros. Pretender convertirlos en una piñata es una imperdonable muestra de la degradación a la que ha llegado la política local en su desmedido afán de acceder al poder sin importar medios ni consecuencias.

 

 

 

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