En su ya clásico ensayo Sobre la libertad, John Stuart Mill proclamó que “sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano”. Advertencia que cualquier gobernante atento a los tiempos que corren no puede darse el lujo de ignorar.
Tiempos donde la angustia y la incertidumbre son la nota dominante en la vida de millones de ciudadanos y donde sumar una nueva polémica puede convertirse en la gota con la que se derrame el vaso.
Y el anteproyecto de ley No. 80, al pretender establecer como “obligatoria” la vacuna contra el Covid-19, hizo saltar las alarmas de un sector de la población vigilante y celoso de su propia libertad.
Lamentablemente, los conflictos entre sectores a favor y en contra de medicamentos y tratamientos, entre grupos de profesionales médicos denigrando a los colegas que optaron por seguir caminos distintos a los que dictaban los organismos rectores, han sembrado dudas y desconfianzas persistentes entre la población.
Y esas dudas y desconfianzas se materializaron ante la posibilidad de una vacuna “obligatoria”.
Afortunadamente se impuso la prudencia y se estableció, finalmente, que la vacuna será “universal, pública y gratuita para los panameños”. Qué esto quede como un inolvidable precedente a favor de la libertad individual.