Con el auge del movimiento terraplanista y las dudas acerca de la redondez de la Tierra han empezado a plantearse historias alternativas para explicar, por ejemplo, la hazaña de Juan Sebastián Elcano y su viaje de circunvalación terrestre.
Pero sea como fuere y teorías conspirativas aparte, el que los homínidos primitivos se lanzaron desde épocas muy tempranas al agua y aprendieron a dominar su miedo a los monstruos marinos, cada vez está más documentado.
Navegación es un término que proviene del latín navigatio, y es el trayecto que se realiza a bordo de una nave, del latín navis, que proviene de la raíz protoindoeuropea *nau– ‘barco’, de la que también deriva la palabra nauh en sánscrito. Como vemos, hay huellas en el lenguaje de la gran tradición navegante del ser humano.
También en la literatura tenemos testimonios de viajes y travesías desde la más remota antigüedad. En la epopeya de Gilgamesh encontramos referencias a Utnapishtim o Ziusudra. Su historia se encuentra en una tablilla de arcilla datada entre el 1646 a. C. y el 1626 a. C. Un dios le avisó de que iba a llegar un Diluvio Universal y le dio instrucciones para hacer un arca.
Por cierto, que fueron los hititas, dirigidos por el rey Suppiluliuma II los que protagonizaron la primera batalla naval de la que tenemos registro histórico circa 1210 a. C. al enfrentarse con los chipriotas.
La historia de Ziusudra fue recogida, punto por punto, en el mito de Noé en la Biblia, desde luego, cambiando los nombres de los protagonistas. Y también en la Biblia se nos cuenta que la tripulación de un barco fenicio con destino a Tartessos lo arrojó al mar por ser el salado que amenazaba con hundir el barco. Y allí fue donde se lo comió la ballena.
También en Homero los barcos y la navegación tienen mucha importancia, en la Ilíada los griegos llegan a Troya en naves que cubren el horizonte de la playa delante de la ciudad que va a ser sitiada. Y Ulises, en la Odisea, navega durante veinte años por todo el Mediterráneo hasta que logra regresar a su hogar en Ítaca. Y Jasón y los argonautas, a bordo del Argos, también hicieron de las suyas para lograr el vellocino de oro.
Pero no fueron los Homo Sapiens los primeros ni los únicos que se han aventurado a surcar las aguas.
Quizás las pruebas arqueológicas más antiguas de navegación, salvando cierta distancia marítima, las tenemos en las evidencias del poblamiento de la Península Ibérica, aunque el paso a través del estrecho de Gibraltar había sido descartado por los investigadores, en gran parte por negarle a los seres humanos del Pleistoceno Inferior las habilidades o capacidades cognitivas que pudieran hacerles entender los conceptos básicos de navegación, los últimos hallazgos arqueológicos y los avances en la datación y análisis de ADN, han hecho reconsiderar estas convicciones. Ahora se cree muy probable que el acceso a la Península Ibérica a través del Estrecho de Gibraltar se diera en el Pleistoceno Inferior hace más de un millón de años.
En la isla de Flores, Indonesia, hay presencia humana de hace 900.000 años; para llegar hasta allí los seres humanos de la especie Homo floresiensis tuvieron que recorrer cerca de 20 kilómetros a través del mar. Y en Java, también en Indonesia, hay pruebas de seres humanos con dataciones de hace 1,8 millones de años.
Los seres humanos, posiblemente Homo heidelbergensis llegaron a Cerdeña entre 300 000 y 250 000 años.
Y en los últimos tiempos se han descubierto pruebas de la presencia de neandertales en Córcega en el Paleolítico Medio. Las dataciones absolutas nos ofrecen una fechación de entre 60 000 a 50 000 años antes del presente.
También en el Paleolítico encontramos más evidencias de travesías marítimas, esta vez asociadas a tecnología musteriense probablemente relacionada con los neandertales. Un trabajo titulado Early seafaring activity in the southern Ionian Islands, Mediterranean Sea, de George Ferentinos, Maria Gkioni, Maria Geraga, y George Papatheodorou, afirma que varias las islas jónicas nunca estuvieron unidas al continente y en ellas han aparecido herramientas musterienses de unos 100 000 años de antigüedad y de posible factura neandertal por lo que se tuvieron que poblar navegando.
Así que tenemos incursiones marinas muy antiguas por parte del Homo erectus, Homo floresiensis, Homo neandertalensis y quizás Homo antecesor. De modo que la colonización de Australia, hace unos 50 000 años, que probablemente se inició desde algún punto de la costa de lo que hoy es Timor oriental supone la mejor culminación de un largo periodo de acumulación de conocimientos de navegación en alta mar. Por las rutas marinas se extendieron conocimientos y mercancías desde la época megalítica.
Ya en época histórica, los egipcios, por ejemplo, no solo navegaban en las falucas por el Nilo sino que extendieron su influencia por el Mediterráneo, compitiendo con griegos mientras que los cretenses llegaron a establecer una «talasocracia«. Y las civilizaciones mediterráneas eran asoladas por grupos de navegantes llamados los ‘pueblos del mar’. Pero sin duda fueron los fenicios los primeros que navegaron por alta mar usando tanto los remos como las velas y guiándose por el Sol por el día y por la Estrella Polar por la noche.
Los vikingos, en sus drakares lograron alcanzar América, en el siglo X y fundaron asentamientos en Terranova, en Canadá que, aunque fueron efímeros, han dejado pruebas arqueológicas irrefutables.
De lo que aún no tenemos pruebas arqueológicas firmes es de que las expediciones chinas lideradas por Zheng He en el primer tercio del siglo XV, llegaran hasta las costas del sur de América; pero, aunque no hayan sido ellos los que llegaran, China fue clave en la conquista de América ya que los árabes extendieron en Europa desde China la técnica de la fabricación y el uso de la brújula, y fue ese adelanto, junto con la mejora de los conocimientos astronómicos y el uso de instrumentos como el astrolabio, la ballestilla, y el sextante lo que permitió la confección de cartas náuticas y portulanos mucho más precisos.
A la vez, la construcción naval avanzaba, y se construían naves más marineras, más rápidas, más resistentes y con mayor calado, la nao, la carabela, el galeón, estas permitieron que los portugueses y los españoles dominaran las rutas marinas de todo el globo durante lo que se ha llamado la Era de los Descubrimientos. Pero de los barcos hablaremos otro día.
Hace unos días hablábamos en esta sección de la historia de las armas, hay muchos historiadores que creen que fue la conjunción de «cañones y velas» lo que dio a los europeos la ventaja necesaria para dominar todo el mundo.