Las violentas protestas ocurridas en Bogotá luego de la muerte de Javier Ordoñez causada- presuntamente- a consecuencia de un procedimiento policial, es un campanazo de alarma para los países vecinos. Ordoñez fue detenido en la calle por violar la cuarentena vigente y falleció luego de ser electrocutado con una taser en repetidas ocasiones por los agentes de la policía.
La institución colombiana afronta numerosas denuncias por abuso contra particulares. La Procuraduría ha recibido 256 quejas de presuntos excesos cometidos por uniformados; 119 de estas quejas por hechos señalados en los últimos días.
Las protestas acumulan ya hasta 13 personas muertas y más de 300 heridos; además de los daños materiales registrados que abarcan desde estaciones policiales incendiadas hasta vehículos vandalizados, incluyendo patrullas y buses del sistema de transporte público.
No son pocos los que comparan lo ocurrido en la capital colombiana con el caso del ciudadano afro estadounidense George Floyd, víctima de otro procedimiento policial y que generó un explosivo movimiento de protestas contra el abuso y el racismo en la nación norteña.
Luego de aproximadamente seis meses de pandemia con la subsiguiente cadena de medidas restrictivas para combatirla y la impactante escalada del desempleo, se ha generado un alto nivel de estrés, ansiedad y depresión entre la población. Para muchos sectores sociales la rutina se convirtió en una difícil lucha de supervivencia donde cualquier mal gesto, cualquier desliz o incidente, puede encender la mecha que conduzca a explosiones sociales de consecuencias imprevisibles.
Prudencia es lo que se requiere y espera en las circunstancias presentes, sobre todo por parte de aquellos que a veces parecen olvidar que las armas y el uniforme que portan son para “proteger y servir” a la comunidad en la cual conviven.