Fue otro día negro en la larga y sangrienta historia de Beirut, una ciudad que llora nuevamente frente al Mediterráneo por sus muertos y heridos. Pese a la salida del sol este miércoles, la ciudad no despierta de su pesadilla.
Sin embargo, la luz del día ha permitido desnudar la magnitud de la catástrofe que en la víspera asoló Beirut. La ciudad como se la conocía solo 24 horas antes, según sus residentes, prácticamente desapareció arrasada por la onda expansiva de dos explosiones que destruyeron todo en 10 kilómetros cuadrados a la redonda.
El saldo preliminar es 150 muertos, 5,000 heridos y 300,000 personas sin hogar. Los daños se calculan en $5,000 millones lo que es una carga muy pesada para un país cuya economía está quebrada por los largos años de la pasada guerra civil (1975-1990) y las graves secuelas de la reciente pandemia del coronavirus.
Los equipos de rescate continuaban este miércoles sacando victimas atrapadas entre escombros. El gobierno del primer ministro Hasan Diab decretó estado de desastre por dos semanas y puso el control del país en manos del Consejo Superior de Defensa. Destinó, además, $105 millones, de su escuálido presupuesto para atender la emergencia. El país se había declarado en bancarrota en marzo ante la imposibilidad de pagar la deuda pública de $90,000 millones, que equivale al 170% del PIB.
Reporteros de The New York Times en Beirut, de poco más de cinco millones de habitantes, describieron en la edición de este miércoles escenas apocalípticas. “La capital costera se sacudió como un terremoto. Los autos fueron volteados con las llantas al aire y llovieron ladrillos de los edificios de apartamentos. El vidrio salió volando de las ventanas a kilómetros de distancia y los techos se derrumbaron”, relataron.
“Los heridos tropezaron por las calles llenas de escombros hacia los hospitales, solo para ser rechazados en algunos casos porque los hospitales, que ya se estaban recuperando de la pandemia de coronavirus, estaban colapsados”.
La prensa libaneses informó que todos los pacientes de cuidados intensivos de uno de los más importantes hospitales de Beirut, el St. George, murieron tras las explosiones.
Una fuente de seguridad dijo al diario británico The Guardian que las víctimas de la explosión habían sido llevadas a tratamiento fuera de la ciudad porque los hospitales de Beirut estaban destruidos o saturados por los heridos. Las ambulancias del norte y sur del país y el valle de Bekaa al este fueron llamadas para ayudar.
También fueron destruidas o contaminadas 15,000 toneladas de trigo, un 85% del total almacenado en el puerto lo que anticipa una crisis alimentaria. Se quemaron, además, gran parte de los depósitos de medicinas y combustible.
Las brutales explosiones hicieron que el suelo literalmente temblara como si se tratara de un sismo de 3,3 grados, según el Instituto Geológico de Estado Unidos. Las detonaciones fueron escuchadas a 280 kilómetros de distancia en la isla de Chipre.
Una chispa o misiles
La versión a la que se aferran las autoridades es que la explosión inicial la produjo la detonación de 2,750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas desde hacía seis años en las bodegas del puerto. La carga había sido confiscada a un barco ruso que se dirigía a Mozambique debido a irregularidades en la declaración de embarque. El barco y el nitrato de amoniaco permanecían desde entonces en el puerto de Beirut.
Esa sustancia es empleada principalmente como fertilizante debido a su alto contenido en nitrógeno. Pero no es combustible y necesita estar en presencia de productos inflamables o fuentes intensas de calor. Se necesitó una chispa para generar la explosión.
Inicialmente las autoridades dijeron que un cargamento de fuegos artificiales en una bodega del puerto fue el detonante.
Pero esa teoría fue descartada por el presidente Donald Trump. Después de reunirse con su Estado Mayor, el mandatario estadunidense dijo que se trató de “un ataque espantoso”.
Al preguntársele hasta qué punto estaba convencido de que no fue un accidente sino un ataque, respondió que no fue “el tipo de evento de una explosión industrial”. Los generales “piensan que fue un ataque con algún tipo de bomba”, aseguró Trump, según agencias internacionales de noticias.
El diario El País se hizo eco este miércoles de la versión de Trump. Fuentes diplomáticas europeas citadas por el rotativo madrileño barajaban “la hipótesis de un ataque con un misil contra un depósito de armas de Hezbolá en el puerto” de Beirut.
Una versión de mayor gravedad fue la que divulgó el periodista británico Ian Greenhalgh, en el medio digital Wordlpress, basado en fuentes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Especuló que la explosión fue producto de un ataque con una bomba convencional seguida por una pequeña arma nuclear táctica de Israel para destruir una instalación de almacenamiento de misiles entregados por Irán a la milicia chiita Hezbolá, que opera desde hace 40 años en el Líbano.
La segunda explosión “se parece a la bola de plasma de una explosión nuclear”, sostuvo Greenhalgh. “Tenga en cuenta que el color blanco indica temperaturas extremadamente altas, ninguna explosión convencional arde tan caliente”.
Citó testimonios de sobrevivientes que dijeron que la onda expansiva les produjo una sensación de derretimiento que les que quemó el cuerpo. Además, afirmó que las ventanas explotadas a siete kilómetros de distancia sugieren que se trató de realmente de la detonación de una pequeña carga nuclear.
El gobierno del ultraderechista Benjamín Netanyahu rechazó cualquier relación con la tragedia en Beirut y ofreció ayuda humanitaria. Pero advirtió que “hará todo lo necesario para defender a Israel”.
Lo ocurrido en Tianjin
Greenhalgh comparó lo ocurrido en Beirut con lo que, estimó, fue una pequeña bomba nuclear lanzada en el 2015 contra el puerto de Tianjin, en el norte de China.
Un artículo escrito por el propio Greenhalgh en la revista Veterans Today, en agosto de ese año, señaló que el presunto accidente en el puerto de Tiajjin, que dejó más de un centenar de muertos, 1,000 heridos y causó una gran devastación, fue un ataque con una pequeña carga nuclear para tratar de detener el avance económico y el desarrollo industrial de China.
Las explosiones tuvieron lugar en bodegas del puerto donde se almacenaban productos químicos peligrosos e inflamables como carburo de calcio, nitrato de potasio, nitrato de amonio y nitrato de sodio. En el lugar había 700 toneladas de cianuro de sodio, altamente combustible.
El Centro de Redes Sismológicas de China dijo que la explosión inicial tuvo una potencia equivalente a la de detonar tres toneladas de dinamita, mientras que la segunda fue el equivalente de 21 toneladas. La segunda explosión fue tan grande que fue seguida por los satélites que orbitan la Tierra, dijo en su momento el medio británico BBC. El sitio de datos chino CnBeta publicó fotos que mostraron la llamarada desde el espacio.
El líder del régimen comunista chino, Xi Jinping, se comprometió a realizar una investigación a fondo y garantizar que sea «abierta y transparente». Nunca se hicieron públicos los resultados, comentó BBC. Ningún país o grupo terrorista reivindicó ese supuesto atentado.
Acusan a Hezbolá
Por su parte el sitio Israel Noticias informó este miércoles que Hezbolá había amenazado hace cuatro años con volar los depósitos de amoniaco del puerto del estratégico de Haifa. Ahora ese grupo terrorista pudo ver con sus propios ojos lo que significa explotar una carga química similar, comentó.
Los líderes de Hezbola habían anticipado que un ataque con cohetes al puerto de Haifa -al norte de Israel sobre el Mediterráneo y el más importante del país- “sería exactamente como una bomba nuclear” porque crearía “un efecto similar a una bomba nuclear”. El medio israelí especuló que la explosión pudo ser causada en forma accidental por un cohete de Hezbolá.
El alto mando militar de Hezbolá negó cualquier participación en el incidente que ha prendido las alarmas en una zona ya de por si explosiva. La semana pasada se produjo una penetración de milicias de Hezbolá en territorio de Israel y un intercambio de disparos en la llamada Línea Azul que divide los dos países y donde hay apostadas fuerzas de paz de la ONU. En respuesta Israel puso en máxima alerta a sus tropas y movilizó un importante contingente a la frontera para enseñarle los dientes a la milicia chiita con el que ha librado varias guerras sangrientas, la última en el 2006.
Este nuevo incidente se produjo en momentos en que el tribunal de justicia de la ONU, en Holanda, está a punto de fallar sobre cuatro miembros de Hezbolá acusados de asesinar en un atentado con explosivos al primer ministro Rafik Harari en 2005.
Harari se había opuesto a la presencia de Siria asentada desde 1976 en el Líbano, que imponía gobiernos a su antojo. Poco después de su asesinato, masivas protestas forzaron la retirada de las tropas de Damasco. Desde 1979, con la llegada de los ayatolas chiitas al poder en Irán, Hezbolá se convirtió en el brazo política y militar de Teherán en la región.
Un informe de la inteligencia, citado por Israel Noticias, aseguró que ese milicia chiita tiene al menos 28 sitios de lanzamiento de misiles, infraestructura de comando y control, ensamblajes de misiles, almacenamiento de combustible para cohetes y búnkeres junto escuelas, clínicas, hospitales y zonas pobladas en distintos puntos del Líbano. Algunos de esos sitios están en el puerto de Beirut.
“Desafortunadamente el puerto de Beirut, se ha convertido en el puerto de Hezbolá”, denunció en una oportunidad Danny Danon, exembajador de Israel en la ONU.
Israel amenazó la semana pasada con enviar al Líbano a la Edad de Piedra en caso de estallar una nueva guerra contra el grupo proiraní.
“Si Hezbolá mantiene sus enormes arsenales de explosivos en zonas residenciales, es un desastre que solo se repetirá si estalla una guerra”, aseguró Israel Noticias.
Francisco Andrés en un análisis este miércoles en el diario español ABC se preguntó: “¿A quién podría beneficiar un atentado como el de ayer en Beirut, si se privilegiara finalmente la tesis de un atentado terrorista? A nadie, y al mismo tiempo a muchos. A aquellos que creen que cuanto peor, mejor para sus intereses en las guerras en curso en la región”.
Secuelas del Nitrato de amonio
El nitrato de amonio ha sido protagonista de numerosas tragedias -accidentales y criminales- en el mundo. Uno de sus primeros accidentes dejó 561 muertos en 1921 en una planta de BASF, en Oppau, Alemania.
En Francia, unas 300 toneladas de nitrato de amonio almacenado a granel en un hangar de la planta química AZF, en Toulouse, explotaron el 21 de septiembre de 2001, dejando 31 fallecidos. La deflagración se escuchó a 80 km a la redonda.
También en Estados Unidos, una terrible explosión en la planta de West Fertilizer, en Texas, dejó 15 muertos en 2013 en un depósito de nitratos de amonio por un incendio provocado. Los investigadores cuestionaron la ausencia de estándares de almacenamiento para el producto en la planta texana.
Sin embargo, el nitrato de amonio puede usarse para fabricar explosivos. El 19 de abril de 1995, el supremacista blanco Timothy McVeigh detonó una bomba hecha con dos toneladas de ese fertilizante frente a un edificio federal en Oklahoma City, dejando 168 muertos y cerca de 700 heridos.