El telégrafo del comandante Thomas O. Selfridge Jr.

“Cuando viajes al Darién
encomiéndate a María,
pues en sus manos está la entrada
y en las de Dios la salida”
Anónimo
Darién, región de selva virgen; naturaleza espesa en lo que nada hace mella. La parte más estrecha de América Central y, por consiguiente, uno de los lugares más explorados en busca de un sitio favorable para construir un canal interoceánico.  Pero, también el lugar más peligroso y un augurio de un resultado desastroso, incluso fatal.
A través de la historia, exploradores y aventureros de distintas nacionalidades se interesaron por encontrar la ruta más conveniente para un canal. “En realidad, de todas las rutas mesoamericanas, la de los istmos del Darién y Panamá suscitaron las mayores investigaciones desde temprano…”   En 1850 Edward Cullen, un ciudadano irlandés, informó públicamente haber descubierto una ruta para el canal a través del istmo de Darién.
Así pues, Inglaterra, Francia, Colombia y Estados Unidos en 1854 organizaron conjuntamente una exploración al Darién. Veintisiete exploradores dirigidos por el teniente de la marina norteamericana Isaac G. Strain, pobremente apertrechados se adentraron intempestivamente en la selva… y la selva se los tragó.
Perdidos de rumbo en la tenebrosa espesura, acosados por el hambre, Strain y sus hombres “devoraban cualquier cosa que quedara al alcance de su mano, incluso sapos vivos y las nueces de una palmera que carcomían el esmalte de sus dientes y provocaban atroces calambres en el estómago. El calor sofocante, las lluvias, la repugnante penumbra de la selva uno y otro día, eran experiencias que ninguno de aquellos hombres había tenido. Siete de ellos murieron”  . Tiempo después, los sobrevivientes fueron encontrados demacrados y descritos como “el conjunto de seres humanos más lastimero y miserable”
Habiendo resultado infructuosos los intentos para explorar el istmo del Darién en busca de una ruta propicia para la construcción de un canal, en 1870 el Presidente de los Estados Unidos, Ulysses Grant, instruyó al Jefe del Buró de Navegación, almirante Daniel Ammen, para organizar una expedición a la región selvática del Darién, la cual se le asignó al comandante Thomas Oliver Selfridge Jr., un inteligente oficial de Marina, de 34 años de edad, nacido en Charlestown, Massachusetts, quien debía de llevar a cabo la misión “no importa cuántas inspecciones se hayan hecho, ni que tan precisas hayan sido” según decían las instrucciones que le comunicó el Secretario de la Marina George M. Robeson.
Se escogió la ruta entre la Bahía de Caledonia en el Atlántico y la Bahía de San Miguel en el Pacífico para la exploración inicial.
En dos buques cañoneros, el Nipstic y el Guard, el comandante Selfridge transportaría al istmo de Darién a más de un centenar de hombres, militares y civiles, que fueron incorporados a la expedición; particularmente ingenieros topógrafos, científicos y Marines, encargados de la protección de los exploradores. Además, transportaría las más variadas herramientas y las provisiones necesarias para el propósito de la misión: cadenas de topografía, tránsitos de ingeniería, teodolitos, niveles, brújulas, barómetros de mercurio para medir la altura de las montañas, medidores de flujo de la corriente de los ríos, armamento para todos los hombres, medicinas, mangueras, whisky, quinina, botas de lona, comestibles en abundancia y… un telégrafo eléctrico.
El telégrafo eléctrico, desarrollado en 1844 por Samuel Finley Breese Morse y Alfred Vail, constituía la fórmula más moderna para el intercambio inmediato y eficaz de información a gran distancia. Por tanto, el comandante Selfridge incluyó también un sistema telegráfico completo, y tres civiles expertos telegrafistas: W. H. Clarke, como Jefe de Telégrafo; y los asistentes Calvin Mc. Dowell y A. J. Gustin.  Llevó, además, “aproximadamente cien millas de alambre telegráfico y los instrumentos necesarios para transmitir información de punto a punto, con todos los implementos necesarios para fijar y reparar el alambre;”  manipuladores telegráficos, aisladores y materiales de baterías eléctricas con capacidad suficiente para enviar al cielo de los simios a cualquier mono que se atreviese a practicar gimnasia en el alambre.
El alambre, de American Compound Wire, era de la mejor calidad de conducción,  liviano (pesaba cien libras por milla) y una cuadrilla telegráfica lo transportaría en carretes, de los cuales se iría desenrollando el alambre a medida que avanzaba la expedición a través de la selva.
El 22 de febrero de 1870 comenzó la expedición y los exploradores, al mando del comandante Selfridge, establecieron un campamento base con una estación telegráfica principal en la costa de la Bahía de Caledonia, próxima a Puerto Escocés en el Atlántico.  Al día siguiente los hombres emprendieron la marcha adentrándose en la espesa selva del Darién. Conforme al plan, al avanzar la expedición la cuadrilla telegráfica iba desenrollando, paso a paso, el alambre del telégrafo el cual era colgado de las ramas de los árboles.
Por medio del telégrafo los expedicionarios mantuvieron el contacto permanente con la estación del campamento principal e informaban la ubicación exacta de la expedición, el estado de los hombres y cualquier otro pormenor. Tan rápido como eran ejecutados los estudios los datos eran telegrafiados al campamento principal, donde los dibujantes y demás ingenieros y científicos registraban la información. El telégrafo eléctrico aceleró e hizo más eficaz la tarea. Hoy día lo hacen los modernos aparatos inalámbricos de comunicación y los Sistemas de Posicionamiento Global. Sin duda alguna el uso del telégrafo en la exploración del Darién fue otro impacto de la tecnología norteamericana en nuestra historia de la segunda mitad. del siglo XIX.
La expedición del comandante Selfridge concluyó el 20 de abril de 1870 y los expedicionarios, después de recoger sus pertenencias, emprendieron el regreso el cual no tuvo tropiezo alguno; pues, una ventaja no mencionada del telégrafo del comandante Selfridge fue que, para salir de la temeraria selva del Darién, los expedicionarios no tuvieron que ponerse en las manos de Dios, solo siguieron el tendido de su alambre.
El telégrafo eléctrico demostró ser una de las más valiosas herramientas con que contó la expedición del comandante Thomas O. Selfridge Jr, para concluir con sus estudios que la ruta de Edward Cullen estaba equivocada; y que una ruta a través del istmo de Darién era impracticable y debía ser desechada de los planes para la construcción de un canal en Panamá
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