El término poder está relacionado a las palabras dominio, facultad, jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo (Diccionario de la Real Academia Española). La palabra poder se asocia con el término de fuerza, someter a alguien o algunos, de imponerse sobre los otros. En la organización de nuestras comunidades primitivas, el liderazgo se determinaba por la quiere era el más fuerte, al no existir el razonamiento, los seres más fuertes se imponían a los más débiles. Posteriormente, cuando hombre aprendió a controlar la fuerza, el razonamiento y la lógica vencieron a la fuerza, cambiando la organización de las primeras comunidades. Con el paso del tiempo el poder no solo lo ejercía quien tenía la fuerza bruta, sino también quien poseía el logos (la razón). De esta manera al organizarnos ya en lugares fijos, en las polis, apareció un nuevo estilo de vida y con ello “el poder político” dentro de una comunidad conformado por gobernantes y gobernados.
Para Martínez Vera (2003), el poder político es un sistema que, apoyado en la fuerza, otorga a los gobernantes la autoridad para imponer sus propias determinaciones a la sociedad que gobierna. En los Estados modernos el poder político, la fuerza para manejar una sociedad y decidir sobre el presente y futuro de ella, radica en la misma sociedad jurídica y políticamente organizada, la cual tiene capacidad de crear al Estado y para dotarlo de poder político: es decir, el poder político emana de los miembros de la sociedad, quienes acuerdan despojarse de parte de sus atribuciones para entregárselas a un ente con personalidad distintas a la de sus integrantes, que específicamente recibe el nombre de gobierno.
Podemos indicar que dentro de nuestras sociedades existen diversas formas del poder:
El poder económico, que pertenece a los detentadores de los medios de producción, quienes disponen de la riqueza y negocian con ella, permitiéndoles determinar las leyes del mercado, y así influir en la voluntad de las personas, dado que éstas participan en ese mercado.
2) El poder ideológico, ejercido por quienes detentan los medios de comunicación o de propaganda política, por la Iglesia, etcétera, a partir de la difusión de sus ideas, pues la representación psicológica de éstas genera, indudablemente, conductas.
3) El poder militar, debido al control que tienen sobre las fuerzas armadas de un país, lo que permite a un hombre o un grupo de hombres lograr dominar la voluntad de los ciudadanos mediante el temor a la represión militar.
4) El poder político, basado en la posibilidad de ejercer la coacción, de usar la fuerza legal, lo cual equivale a la aplicación de la ley misma, pues ese poder político está juridificado. (https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2749/4.pdf)
Mientras que la palabra gobierno, que deviene el griego que significa pilotear un barco, representa que quien gobierna debe ser un buen capitán, tener el control del timón, ser buen navegante, tener la capacidad de maniobrar, ante las tormentas, antes las adversidades, conducir al barco a una dirección estable, sacarlo de las tempestades, y hacerlo navegar en aguas apacibles.
En la antigüedad, el control del poder político empezó como una deidad de que quienes gobernaban era por designio de los dioses, de ahí las monarquías, lo vemos en la antigua Grecia, y en las monarquías absolutistas posteriores al feudalismo, que gobernaron en España, Francia, Inglaterra, Rusia, entre otras Naciones.
En ese estadio los ciudadanos eran los súbditos, obligados a pagar sus tributos para financiar guerras y que el soberano expandiera sus dominios, dentro de las instituciones nefastas de aquella época esta la esclavitud, permitida en muchos Estados, hasta mediados del siglo XIX, el Monarca era el centro del Estado.
Durante siglos el control del poder político ha sido tarea titánica, la pelear por el poder, por estar cerca del emperador del monarca, de acrecentar influencia, es una ambición que ha existido dentro de cada hombre y mujer; en esa búsqueda no podías dar muestras de debilidad, debías ser tenaz, implacable con los enemigos, estar atento ante las conspiraciones que podían poner en peligro la vida del gobernante y de sus herederos. Hay muchos ejemplos de traición, de asesinatos, ejemplo de estos es el magnicidio de Julio César, en el Imperio Romano. Miremos el ejemplo del Zar Pedro III de Rusia, quien fue derrocado por su propia esposa, quien ser convirtió en Catalina la Grande, quien gobernó Rusia entre 1762-1792. En la época de las monarquías, el Rey debía también tener la capacidad de hacer alianzas temporales o permanentes, cumplir el objetivo de mantener su barco a flote, en fin, gobernar siempre ha sido un arte, que no todos logran aprender a dominar. De ahí sobresale el pensamiento de Nicolas Maquiavelo, en su obra El Príncipe, explica como el gobernante debe enfrentar las diferentes circunstancias que se le presentan, y como debe preservar el poder, en el detalla las diferentes formas de gobierno existentes en su época. En un artículo recientemente publicado en el periódico El Comercio de Ecuador, el columnista Enrique Echeverría, en conmemoración de los 500 de publicación del libro insignia de Maquiavelo, expreso: “Cuando el Príncipe ocupa el poder debe adoptar dos actitudes: la inicial, rigurosa y hasta cruel, si es necesario. Maquiavelo decía que cabe aconsejar al Príncipe que cualquier extremo es válido, pues la situación es de una claridad meridiana: o sobrevive el Príncipe usurpador o sobrevive la república; la vida de la una es la muerte de la otra. En cuanto a los partidarios que propiciaron el triunfo del Príncipe, Maquiavelo aconseja respetar sus propiedades y el honor de su mujer y concederles unos pocos privilegios. En el extremo, si deben condenar a muerte, se respetarán sus bienes.(https://www.elcomercio.com/opinion/enrique-echeverria-aniversario-principe-opinion.html.
Las Revoluciones francesas y la revolución norteamericana, cambiaron la forma de detentar el poder, abrieron el espacio a la participación de todos los ciudadanos en un proceso que sigue en evolución, ya que detrás de esa participación ciudadana siempre han existido y prevalecido el pensamiento de superioridad por razones étnicas, problema que hoy sigue latente.
Pero detrás de la evolución del político, continua la intriga, la envidia, la conspiración, el abuso de poder, el despotismo, la tiranía, hechos que ocurren detrás en el día a día de quienes están cerca de los gobernantes. En las 48 Leyes del Poder de Robert Green, dice: “ por fuera hay que simular respeto y cortesía, mientras por dentro-salvo que usted sea un necio-deberá aprender rápidamente a ser prudente y seguir el consejo de Napoleón: “Cubre tu mano de hierro con un guante de terciopelo, Si, al igual que el cortesano de otros tiempos, usted logra dominar el arte del juego indirecto, aprendiendo a seducir, encantar, engañar y maniobrar sutilmente a sus adversarios, accederá al pináculo del poder. Logrará que la gente se doblegue a su voluntad, sin darse cuenta de sus maniobras, y al tanto no darse cuenta, tampoco le opondrán residencia ni alimentarán resentimiento contra usted.” O bien si seguimos los consejos de Frank Underwood, personaje de la afamada serie de Netflix “House of Cars”, el camino hacia el poder este pavimentado por la hipocresía, la opulencia. Como Hitler en la época del terror del nazismos, como malgastaron el recurso en las atrocidades más cruel del Holocausto, y llevaron a la Alemania a una derrota que la mantuvo dividida hasta 1989.
John Locke en la obra Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, indica que para entender rectamente el poder político, y derivarlo de su origen, debemos considerar en qué estado se hallan naturalmente los hombres todos, que no es otro que el de perfecta libertad para ordenar sus acciones, y disponer de sus personas y bienes como lo tuvieren a bien, dentro de los límites de la ley natural, sin pedir permiso o depender de la voluntad de otro hombre alguno. Para Locke, el poder político, debe ejercerse para, un derecho de dictar leyes, regular y preservar la propiedad, ampliar la fuerza de la comunidad en la ejecución de las leyes, defender frente a las injurias extranjeras y lograr el bien público. El Ciudadano pasa a ser el centro del Estado.
La naturaleza maligna del poder ha sido reconocida desde tiempos remotos como un peligro, como un fenómeno que aleja de la racionalidad. Por ejemplo, Aristóteles separa las formas puras de gobierno, la monarquía, la aristocracia y la república de sus “desviaciones”. Dice que “la tiranía, en efecto, es la monarquía en interés del monarca; la oligarquía en interés de los ricos; y la democracia en el de los pobres, y ninguna de ellas mira a la utilidad común” (Op. Cit.)
La Democracia, el Estado de Derecho, surgieron para contrarrestar el mal uso del poder, por eso muchas constituciones ensalzan el respeto a la dignidad humana, de que el poder público emana del pueblo. Establecen claramente la separación de poderes. Hay muchos intereses creados alrededor del poder político, intereses económicos, intereses delincuenciales, que intentan derrumbar los principios de libertad sobre los cuales se cimentan nuestras Repúblicas. En nuestros tiempos el cruzar los vientos del poder, debemos hacerlos bajo los principios de la Democracia, de la transparencia, respeto a la Ley, tolerancia, y el respeto a los derechos humanos.
En nuestro país sabemos lo que es vivir bajo una dictadura, conocemos que es la represión, y todas las consecuencias nefastas en nuestra sociedad que arrojo la tiranía militar, la desaparición de personas, los exilios, hechos que no queremos que nunca se repitan. Tampoco queremos vivir un Estado, donde se manipula la justicia, donde la corrupción impera en todos los niveles, y peor aún que ciudadanos que actúan al margen de la ley se infiltren dentro de las instituciones públicas.
Hoy los vientos cruzados del poder nos muestran que estamos frente resquebrajamiento de la Democracia. Los gobernantes actuales no comenten las atrocidades que se daban en las monarquías absolutistas, pero ejercen bajo la delgada línea de la legalidad, practicas impopulares, se desconectan de la realidad social, abusan del poder, conviven con corrupción, con el irrespeto a la libertad de expresión, a la manipulación de la información, ignoran la rendición de cuentas, promueven el populismo y la demagogia.
La Democracia necesita nuevos vientos, nuevos aires, donde impere un bienestar para todos los ciudadanos, la promoción de los derechos humanos, el fortalecimiento de la educación y los sistemas de salud, de manera plena para todos los panameños y panameñas.
El autor es abogado.