La Asociación Cívica de Santeños Residentes en San Miguelito organizó por primera vez la conferencia “Indumentarias regionales de Panamá”, con el fin de preservar las costumbres y tradiciones del interior del país, y en el que la pollera fue el eje central.
El presidente de la asociación, Darío Arrue, dijo que “Si no tuviéramos a los interioranos en la capital del país se perderían las tradiciones y costumbres folclóricas. Se requiere de más empresas y políticas públicas que desarrollen el folclore con más rigor, ya que son muy pocos los que lo hacen en el país actualmente”.
Mientras que la fiscal de la asociación, Graciela Castillero, lo amplió al decir que el interiorano tiene sus costumbres y tradiciones desde niño, y cuando migra se lleva con él sus costumbres a donde vaya.
En esta iniciativa participó el magister y folclorista Eduardo Cano Espino, graduado en historia del arte por la Universidad de Sevilla y con una maestría en tejidos planos, por la Universidad Complutense de Madrid, quien expresó que las costumbres se están perdiendo por el flujo natural del extranjero, la entrada de la modernidad y el desconocimiento.
Resumen de las diferentes polleras
La conferencia resumió las diferentes polleras por región. “Clasifiqué las indumentarias tradicionales femeninas en polleras de influencia europea, las polleras afrocoloniales y las indumentarias de usanza regional”, detalla Cano.
Las de influencia europea incluyen: las polleras de gala y montunas o indumentarias con arandelas; las polleras afrocoloniales se basan en la influencia negroide, como: pollerín de La Chorrera, el Congo y darienitas; y las indumentarias de usanza regional, que son aquellas que reemplazan el término de faena, y que son: chambras, basquiñas y camisolas.
“Según mis investigaciones, la pollera panameña está inspirada y tiene su origen en la moda europea del siglo XIX, con sus grandes escotes, vuelos, la moda del rayo en el peinado, introducido en las cortes europeas por Eugenia de Montijo, emperatriz casada con Napoleón III. Ella fue muy imitada por su elegancia y belleza, y su influencia repercutió hasta en las Américas”, expresó Cano.
En Panamá, se introdujo este traje en la capital y luego se extendió al resto del país, donde se conservó. Dentro del país este traje fue adquiriendo características en cada región, ya sea por disposición de materiales, poder adquisitivo o por posición geográfica. Las polleras eran usadas principalmente en carnavales y fiestas del pueblo, no para faena. Antes se le llamaba pollera a la falda solamente, pero ahora incluye la camisa.
La pollera colonial (falda), era utilizada para cubrirse. En aquellos tiempos el costo de los tejidos era muy elevado, por causa de su manufactura, así que la indumentaria jerarquizaba a la poseedora. Existieron también leyes del vestir con colores, accesorios y tipos de vestimenta para las clases sociales dominantes. Por otro lado, se obligó a cambiar el vestuario tradicional por el europeo durante la colonización.
La pollera de Los Santos
Las polleras santeñas en sus inicios eran muy sencillas, ya que se las cosían las mismas dueñas. En las polleras de labores se observa trabajos menos complicados, el marcado y el bordado eran muy populares. Se utilizaban pocos colores, y en muchas ocasiones estaba realizada de uno solo. “El uso de la encajería fina europea y el mundillo fue muy común. Se apreciaba la labor de ambas arandelas en la camisa. Los encajes tenían anchos mayores y también era muy común la utilización de telas estampadas para polleras de gala, telas blancas y algunas industriales. Y las trencillas tejidas en el mundillo tenían labores diferentes a las actuales”, dijo Cano.
En el siglo XX se pulieron las técnicas de mano de obra, el marcado, el bordado, el talco o aplique. El armado se volvió artesanal completamente. Para esa época ya se dibujaban las labores mucho más complejas y se conservaba el tejido del mundillo. Esto convirtió el traje santeño en una indumentaria con un aspecto muy vistoso y elaborado, el cual se ha copiado en otras regiones.
Preservando el legado del país
Cano, de origen tableño, expresó que hay algunas costumbres panameñas que morirán y otras que ya han muerto, por la modernidad, la influencia extranjera, el cese de relaciones comerciales con otros países. “Pero en los últimos años hemos estado apelando para que la pollera adquiera el concepto ‘identidad nacional’ con el propósito de valorar los aspectos de diferente índole que nos hacen únicos y que tenemos que preservar en su esencia para que las siguientes generaciones hagan uso y tomen provecho de ella. Muchos panameños desconocen el valor y la riqueza de la identidad de la pollera y consideran que adoptando las costumbres de otros pueblos o naciones están más a la moda”, enfatizó Cano.
El expositor también señaló que hay cosas que jamás van a cambiar a través del tiempo en el uso y confección de la pollera. “Se debe mantener el color blanco en la tela de fondo que compone la pollera, se deben usar las joyas que tenemos hasta nuestra actualidad, en cantidades que permitan apreciar la labor de la camisa; si usa tembleques, mostrar el cabello entre ellos, usar los accesorios tejidos en blanco, usar trencillas donde se aprecie el campo blanco y zapatos tradicionales”.
“La pollera le pertenece al país y es parte de la identidad nacional. Panamá es más que un canal, costas y playas. Tenemos que valorar lo que tenemos. Soy un santeño orgulloso, soy representante de Las Tablas para el mundo y deseo que cada mujer tenga acceso a una indumentaria económica, linda y con identidad. Para mí las polleras deberían ser populares y accesibles porque representan el pensar del pueblo. No son el pensar del pueblo o folclórico cuando la pollera no está al alcance de todas para comprarla y usarla, por su alto costo, pero hay opciones menos costosas. Creo que toda dama debería poder usar una”, subrayó Cano.
“Nuestra identidad son todas esas particularidades asociadas a la cosmovisión que nos hacen únicos y diferenciados de los demás pueblos, ya sea por nuestras vivencias o acontecimientos históricos, transmisión de aspectos culturales, nuestras indumentarias y forma de vestir, los sabores autóctonos de nuestra comida, la forma de saludarnos, la forma de expresarnos, el sonido de nuestra música y la historia que cuenta. Todo esto es un tesoro que debemos conservar, aprovechar y explotar. Un país sin identidad está condenado a su desaparición, ya que hay que saber de dónde venimos para saber a dónde vamos”, agregó el folclorista, quien además, indicó que actualmente hay poco presupuesto y atención por la cultura. Se necesita crear una Casa de la Cultura en Las Tablas y elevar el Instituto Nacional de Cultura a nivel de ministerio.
Arrue, el dirigente de la asociación, fue claro en que la identidad nacional se adquiere desde niños. “Nosotros, los interioranos, traemos por nacimiento en la sangre el folclore. Lo aprendemos desde niños de nuestros padres y abuelos. Crecemos viéndolos a ellos y aprendemos a amar esa visión que nuestros padres y abuelos nos enseñaron. Y queremos mantener esa visión, ya que se van adquiriendo costumbres foráneas y vamos perdiendo las nuestras”. “Los invitamos a este 10 de Noviembre al Desfile de las Carretas, que se lleva haciendo durante 32 años”.
A la actividad también asistió la representante del corregimiento Rufina Alfaro del distrito de San Miguelito, Yoira Machado.