La persistencia de vicios y deficiencias en la gestión gubernamental impide el progreso sustancial de un país. La visión cortoplacista, enfocada en atender urgencias y problemas emergentes, aunque necesaria, resulta insuficiente para propiciar un cambio profundo y duradero. Por otro lado, la adopción de un paradigma de largo plazo, que se oriente hacia la consecución de objetivos y proyectos con miras a superar el período de un mandato presidencial, es fundamental para el desarrollo integral de la nación. Este enfoque permite establecer una dirección clara y sostenida que trascienda las contingencias políticas inmediatas y las limitaciones temporales del poder ejecutivo.
Un proyecto de país sólido y coherente, que abarque aspectos éticos, políticos y económicos, requiere de liderazgos efectivos que sepan elevarse por encima de las divisiones partidistas. Estos líderes deben trabajar por el bien común, estableciendo las bases para un futuro próspero y equitativo. La importancia de estos paradigmas radica en su capacidad para transformar la realidad nacional, impulsando a la nación hacia niveles de desarrollo más elevados. Solo mediante una visión estratégica que combine adecuadamente la atención a las necesidades inmediatas con la planificación y ejecución de proyectos de largo alcance, Panamá podrá superar los obstáculos históricos y avanzar hacia un futuro más prometedor.
Nada bueno puede esperarse de gobernantes incapaces de ver más allá de la punta de su nariz: si queremos un nuevo país, en todos los aspectos, se precisa de un nuevo liderazgo político.