El futuro de Panamá depende de una visión compartida. Sin una brújula que guíe nuestro rumbo como nación, estamos condenados a la deriva y al estancamiento. Es hora de trazar una ruta audaz hacia el progreso.
Necesitamos una visión de país que conjugue las aspiraciones de todos los panameños e identifique las áreas claves de oportunidad. Que inspire la colaboración entre el sector público, la empresa privada, la academia y la sociedad civil. Y que nos provea de un norte y un propósito común más allá de intereses partidistas o coyunturas pasajeras.
Esta visión debe partir de un sueño compartido: un Panamá justo, próspero, sostenible e incluyente. Un país que invierta en su gente, en especial en los jóvenes, para que alcancen su máximo potencial. Que conserve sus ecosistemas y promueva un desarrollo en armonía con la naturaleza. Y que aproveche su posición geográfica privilegiada para convertirse en “hub” de conocimiento, innovación y emprendimiento de clase mundial.
Alcanzar esta visión requerirá reformas audaces en educación, para formar el capital humano del futuro. En instituciones y transparencia, para construir confianza y buen gobierno. Y en infraestructura y conectividad, para acercarnos más a los mercados globales. Pero, sobre todo, requerirá que los panameños recuperemos la fe en nosotros mismos y en nuestro destino manifiesto como país puente y crisol de culturas.
Solo una visión compartida, que ilumine el camino hacia un mejor futuro para todos, nos sacará de la mediocridad actual y nos llevará a ocupar el lugar que nos corresponde en el escenario global. Ese futuro no llegará por sí solo ni por obra de la suerte. Debemos comenzar a construirlo hoy, con trabajo y determinación. ¡El momento de trazar esa ruta es ahora!