Otro incendio devora el vertedero de Cerro Patacón, envolviendo a la capital panameña en una nube de humo que agrava la crisis sanitaria. Esta escena ha resultado muy frecuente desde que el basurero inició operaciones en 1991, convirtiéndose en el símbolo de un modelo obsoleto e insostenible de disposición final de desechos.
Según la Contraloría, a diario llegan al vertedero 1.560 toneladas de basura, pese a que su capacidad real es de 750 a 800 toneladas. Esta sobrecarga crónica, sumada a deficiencias operativas, propicia los frecuentes siniestros. Solo en 2022 se reportaron 22 incendios según MiAmbiente. La quema incontrolada genera contaminantes como dioxinas, furanos y metales pesados que afectan la salud de miles de personas en el área metropolitana. Además, los lixiviados filtran sustancias tóxicas a las fuentes hídricas y al suelo. Todo esto atenta contra el derecho a un ambiente sano consagrado en la Constitución.
Las soluciones de parche como ampliar la vida útil del relleno sanitario están agotadas. Se requiere un nuevo enfoque integral para enfrentar el reto que representan las más de 2.500 toneladas diarias de basura en el país. Un plan nacional de gestión de residuos debe incorporar programas masivos de reducción, reutilización y reciclaje, además de sistemas eficientes de separación, recolección y disposición final. Paralelamente, es clave fortalecer la fiscalización para erradicar los vasos insalubres y los vertederos ilegales.
Con voluntad política y recursos, Panamá puede emular exitosos modelos internacionales donde la mayoría de los desechos se reciclan o se convierten en energía, minimizando el impacto en el ambiente. No hay excusas para perpetuar un modelo de gestión obsoleto e insostenible que nada resuelve y es una bomba de tiempo sanitaria y ecológica. Cerrar este capítulo tóxico de ineficiencia y dar paso a una gestión moderna del problema de los residuos sólidos debe ser una prioridad nacional. No hacerlo sería una afrenta a las actuales y futuras generaciones. El fuego de Cerro Patacón es una llamada de alerta que ya no podemos seguir ignorando como país. Es hora de actuar.