Las emisiones de gases de efecto invernadero se han incrementado significativamente en Panamá durante las últimas décadas. Se apunta al crecimiento económico y a la expansión de los sectores energéticos y de transporte como las más destacadas causas. Si a eso se añade la elevada vulnerabilidad a eventos extremos como inundaciones, deslizamientos de tierra y sequías, no queda duda alguna que, en el futuro cercano, el cambio climático pondrá en graves aprietos al país. Además, un estudio recientemente publicado por la Universidad de Bristol revela que Panamá figura entre los países que serán más fuertemente golpeados por olas de calor en el futuro próximo; y las elevadas temperaturas sufridas durante las últimas semanas no hacen sino confirmarlo. El cambio climático no es una crisis global cuya amenaza está más allá de nuestras fronteras: es ya una crisis local, cuyos devastadores efectos se han hecho sentir en el territorio nacional a lo largo de los últimos años.
El Plan Nacional de Acción Climática (PNAC) de Panamá es un importante primer paso en la monumental tarea de afrontar el calentamiento global. En él se formulan una serie de estrategias, metas y objetivos para plantarle cara a los desafíos que se le plantean al país en los próximos años. El documento hace énfasis en los tres pilares sobre los que se concentran las acciones programadas: mitigación, adaptación y fortalecimiento institucional.
El cambio climático es el más grande desafío que afronta el mundo y contar con una estrategia para hacerle frente es apenas el primer paso de una larga carrera que requiere, sobre todas las cosas, acciones concretas y coordinadas. Quedarse en el papel y de brazos cruzados ante esta crisis, no sólo resulta suicida: es una irresponsabilidad cuyas consecuencias las pagaremos todos.