El tema de la deforestación y maltrato de la vida silvestre, tanto urbana como rural, es inquietante. Aquí en Brisas del Golf, ciudad de Panamá, uno de nuestros grandes activos eran las zonas verdes, exuberantes, para estar ubicadas dentro de una urbe. Hasta hace unos pocos años se podían avistar venados. En los años ’90, durante mi época como atleta, una de mis rutas preferidas era la carretera hacia el Club de Golf. En esta vía se desarrollaba una carrera del club Corredores del Istmo en distancia de 8 kilómetros. Entrar a esta calle era algo impresionante: un túnel verde de vegetación pura con grandes árboles frutales, espavé y otros más. Llegué a tener la oportunidad de contemplar armadillos, martín pescador y carpinteros. Había vacas debido a las fincas de los alrededores, y un par de ocasiones tuve que detener el auto para dejarlas transitar en la vía. Algunas de estas situaciones fueron experimentadas hace apenas unos 15 años, cuando mis hijas estaban pequeñas.
Gradualmente observo como las retroexcavadoras, los tractores y equipo pesado, de forma sistemática, destruyen las áreas verdes. Han iniciado trabajos de preparación de tierras para un mall o torres (nadie sabe a ciencia cierta el motivo de tanta devastación), siempre con un carácter blindado de la información hacia la comunidad.
Proporciones guardadas, mi sentir es parecido al de la Alemania de mitad y finales de los años 30, cuando se desarrollaron las persecusiones más intensas hacia la comunidad judía. Las personas que pudieron, simplemente, huyeron y muchos países expresaron su imposibilidad de enfrentar la diáspora judía. Este proceso continuó con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad las personas solo se quejan de que hace “calor”, que están “deforestando” y nadie toma real acción. Sencillamente, compran aires acondicionados, instalan paneles solares y la vegetación se sigue perdiendo. Solo observamos y nos quejamos. Algunas promotoras de bienes raíces han comenzado a ofrecer proyectos con zonas pobladas de árboles en un ambiente de naturaleza, como un privilegio. Paso a paso, lo que era un derecho natural del ser humano se convierte en exclusividad.
Ya tenemos un país deforestado y con calores inaguantables, uno de los años más secos de nuestra historia, donde lloverá poco y cuando lo haga, sufriremos crecidas e inundaciones, cada día todo será más extremo.
La Licenciada Elizabeth Díaz, presidenta de la fundación Ecocrocs Panamá, nos comparte las siguientes sugerencias:
- Hacer su propio abono, menos químico y pesticidas que matan abejas y contaminan nuestras aguas.
- Al reforestar, plantar especies variadas, de tal modo contar con diversidad para el ambiente y las especies que de ellas se alimentan. Se comete el error de reforestar con plantones de la misma especie.
- Reforestar con especies endémicas.
- Dar seguimiento a los árboles plantados, crear un comité que proteja estos pequeños “bebés”. Se comete el error de desentenderse de los plantones sembrados y posteriormente mueren. No solo es tomar la foto de la actividad realizada. El plan debe ser al menos en 5 años poder cosechar los frutos que nos brindan.
- Debemos reforestar científicamente, acompañados de agroforestería, plantando árboles maderables para sombra, brisa, junto a cultivos que sean utilizados de alimento para animales y humanos.
- Sembrar en áreas comunes arbustos para luego cosechar como: mandarinas, limones, guanábana, guandú, maíz, yuca y café. Labor social para que todos por igual tengan acceso.
- Reforestar en parques, en los hogares y zonas protegidas para esta actividad.
Cada ciudadano es parte de las soluciones. Ayudemos a tener un aire fresco, menos calor y disminuir las catástrofes naturales.
La humanidad debe detener su proceso de expansión y consumo. Proteger con sinceridad a los otros seres, tratarlos con interés, como iguales, no como nuestros esclavos. Las otras especies dan todo por nosotros y no les devolvemos de la misma manera su valor.