El camino a la nación.

El diccionario de la Real Academia Española establece que la patria es “la tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. Y que la RAE haga alusión al concepto de nación nos remite a aquella memorable frase de Ernest Renan sobre los requisitos para alcanzar tal categoría: “un pasado heroico, grandes hombres, la gloria (me refiero a la verdadera); he aquí el capital sobre el que se asienta una idea nacional. Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos, querer hacerlas todavía, he aquí las condiciones esenciales para ser un pueblo”.

La nuestra, la nación panameña, parece haber perdido las que tal vez sean dos de las exigencias principales: la voluntad común en el presente y el afán de continuar haciendo grandes cosas juntos. En ausencia de esas dos condiciones no hay esperanza de un futuro distinto al desastre actual, acreditado a la codicia y a la ausencia de visión de una casta política nefasta. La responsabilidad, sin embargo, también corresponde a una ciudadanía indiferente ante la ruina que le amenaza; muchas veces identificada con los antivalores de los que, descaradamente, se ufanan quienes dirigen o pretenden dirigir los destinos nacionales.

Más que celebrar, durante estas “fiestas patrias” se impone la obligación de reflexionar sobre el rumbo que llevamos como pueblo. ¿Es esta la nación que queremos ser? ¿A este presente se reduce todo lo que podemos alcanzar? ¡Por supuesto que no! Alguien dijo alguna vez que una caminata de mil kilómetros empieza con el primer paso. Es hora de asumir una ciudadanía responsable y efectiva para iniciar el largo trayecto que nos lleve a construir un país para todos.

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