Maquiavelo no pudo ser más explícito: “es más seguro ser temido que amado”, escribió en El Príncipe. Y su consejo se ha mantenido resonando a través de las épocas hasta convertir el miedo globalizado en el distintivo de los tiempos actuales. Al temor a la muerte, al hambre, al desempleo, al desamor, a la soledad, a la guerra, a la pérdida de seres queridos, se le han sumado el pánico del cambio climático, de los virus manipulados genéticamente y el de la exclusión laboral y social que pueda acarrear el desarrollo de la inteligencia artificial y la automatización resultante. “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo”, señaló Eduardo Galeano.
El miedo es una pasión neutralizante, que inmoviliza y trastoca las reacciones del individuo; le congela y le impide tomar decisiones apropiadas a las circunstancias que se presentan en el momento. Paralizada por las más terribles pesadillas que la imaginación pueda concebir, la sociedad reniega de la solidaridad y se encierra en el individualismo más descarnado, aceptando como buenas situaciones que le resultarían inaceptables en condiciones normales. Y quienes aspiran al poder, o ya están instalados en él, lo saben y lo utilizan como un arma en beneficio propio.
El miedo como arma tiene un largo historial en Latinoamérica y aquí en el istmo nacional tiene sus momentos de gloria, pasadas y de reciente factura. Y los indicios apuntan a que es la política de la que echan mano algunos grupos involucrados en el tema de la Caja de Seguro Social, específicamente en lo que respecta a la crisis del sistema de pensiones. No faltan quienes, a pesar de la ausencia de información verificable, de datos y cifras que se puedan sustentar en un debate al margen de las pasiones, construyen cuadros apocalípticos con intenciones aviesas.
Es innegable que la situación de la Caja es preocupante y requiere acciones inmediatas. Pero sin un diagnóstico detallado y transparente, de carácter técnico, se hace difícil alcanzar soluciones efectivas. Hablar de quiebras sin esperar los estudios que lleva a cabo la Organización Internacional del Trabajo es un recurso que apunta más al miedo que a un interés genuino por resolver el problema.