Un síntoma es una campanada de alerta, una advertencia sobre una anomalía que pone en riesgo la salud del individuo. Y atender a tiempo lo que esta campanada de alerta intenta revelar es obligatorio para evitar desenlaces inesperados. Por ello, cuando las instituciones políticas y sociales no cumplen el cometido para el cual fueron creadas, los síntomas no se hacen esperar, y prestarles oídos sordos es el primer paso en falso en el largo y escabroso camino del deterioro nacional.
Dos hechos recientes resultan sintomáticos y revelan que la salud institucional del país se encuentra en franca decadencia. En uno, con la excusa de la homologación de salarios, se le otorga más de 9 millones de dólares a una universidad estatal cuya gestión se encuentra plagada de escándalos y cuestionamientos que incluyen desde el nepotismo hasta la demagogia más burda e impropia de una institución educativa. La millonaria cifra es la cereza del pastel de un largo y accidentado camino donde destaca también la aprobación de una repudiada ley que permite la reelección de quien encabeza la administración de la mencionada universidad. Universidad que, a pesar de premiar con salarios de primer mundo a una reducida casta, ni siquiera figura entre los cinco mil primeros puestos de un ránking donde se evaluaron instituciones universitarias a nivel global.
El otro hecho, por su parte, revela contundentemente que no es el bienestar de las mayorías el que impulsa las decisiones gubernamentales. Luego de una de tantas crisis de desabastecimiento de medicamentos y en el fragor del descontento ciudadano causado por los excesivos precios de los mismos, el gobierno de turno instaló una mesa de trabajo encabezada por el vicepresidente y con el compromiso de solucionar de una vez por todas el problema. Sin embargo, la oportunidad- una vez más- se transformó en oportunismo y en un nuevo negociado donde, sin resolver el fondo del asunto, resulta beneficiado un pequeño grupo de farmacias privadas. Al igual que el resto de la ciudadanía, ahora la Caja de Seguro Social pasa a ser víctima de los exagerados precios que rigen en el mercado local. Y sin que resulte gratis para los asegurados, tal como pregona el Medicsol, porque los fondos saldrán de las arcas de la institución que pertenece a todos los cotizantes.
Los síntomas siempre son una campanada de alerta; y, al igual que en lo individual, en lo social resulta desastroso si se les ignora. El declive institucional es innegable y corresponde tomar las medidas pertinentes para velar por la salud nacional.