El vertiginoso escenario actual requiere que la habilidad de contemplar el bosque vaya acompañada de la capacidad de contemplar cada uno de los árboles que lo conforman. Más que nunca, el liderazgo exige dominar magistralmente los detalles generales y los particulares.
En nuestro país, la escasez de talento se ha convertido en el mayor problema que enfrentan las empresas al momento de contratar personal. Es la más alta de los últimos 15 años, señalan los empresarios, con el más alto grado de dificultad para encontrar prospectos laborales que posean las habilidades blandas y duras requeridas. Entre los sectores más afectadas por la falta de trabajadores calificados está el de operaciones y logística, ventas, manufactura, asistente de oficinas, administración y atención al cliente, entre otros.
A su vez, uno de los legados que deja la pandemia del coronavirus en el sector educativo es una alta tasa de deserción escolar: en agosto del 2019, 14 mil adolescentes abandonaron sus estudios; la cifra, como consecuencia de la pandemia, escaló hasta los 60 mil estudiantes abandonando las aulas escolares. Como consecuencia de esto, la cifra de Ninis (jóvenes entre los 15 y los 29 años de edad que ni estudian ni trabajan) saltó de los 259 mil 748 en el 2019 a más de 400 mil en agosto del 2021: ¡casi el 10 por ciento de la población total!
Con las carencias laborales identificadas, una posible respuesta resulta evidente: preparación laboral intensiva que permita abrir las puertas del mercado laboral a ese ejército juvenil e integrarlo a la economía nacional, mediante la educación pertinente y el desarrollo de las habilidades solicitadas. Además de un plan masivo de inversión pública que impacte positivamente la generación de empleo directo, como señala un experto como respuesta a la crítica situación laboral del país, ¿no resultaría acertado, también, un plan masivo de reeducación de la mano de obra?
En su estupendo libro ¡Basta de historias!, Andrés Oppenheimer señala que “en la economía del siglo XXI, los recursos naturales suelen ser una receta para la complacencia y el crecimiento a corto plazo, mientras que las mentes preparadas representan un pasaporte a la prosperidad”. Ese pasaporte, en el escenario nacional, requiere de iniciativas educativas conjuntas entre el sector gubernamental y el privado. He ahí el reto.