En las pasadas entregas de La Historia Habla habíamos repasado la historia del comercio y en ella, uno de los pilares fundamentales es el canal de Suez. Hoy vamos a conocer acerca de sus primeros bosquejos y la construcción final de este canal.
Precisamente el 25 de abril de este año se cumplieron los 162 años del inicio de la construcción del canal de Suez.
Esta vía acuática, situada en Egipto, une los mares Mediterráneo y Rojo y representa una obra fundamental para el comercio regional y global, ya que la única alternativa que les quedaría a los barcos si no pudieran cruzar por Suez sería rodear el cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica.
Por el canal de Suez transita el 7% del comercio marítimo de todo el mundo. Es la única salida al mar Rojo y al Mediterráneo de algunos de los mayores productores de petróleo y gas natural y por él se transportan alrededor de 2.600.000 barriles de crudo al día, (casi el tres por ciento -3%- de la demanda mundial diaria), además de materias primas y manufacturas.
Leemos en la Meteorología de Aristóteles que los intentos para abrir una vía de agua en ese lugar son muy antiguos: “Uno de sus reyes trató de hacer un canal hacia él (pues no habría sido poco ventajoso para ellos que toda la región fuera navegable; se dice que Sesostris fue el primero de los antiguos reyes en intentarlo), pero encontró que el mar era más alto que la tierra. Así que él primero, y Darío después, dejaron de hacer el canal, para que el mar no se mezclara con el agua del río y lo estropeara”. Veremos más adelante cómo esa intuición ecológica de los primeros faraones cuando idearon el primitivo canal de Suez no estaba para nada equivocada.
También Estrabón nos habla acerca de estos planes y Plinio el Viejo nos relata que “(…) el puerto de los Daneoi, desde el que Sesostris, rey de Egipto, pretendía llevar un canal para barcos hasta donde el Nilo desemboca en lo que se conoce como el Delta; se trata de una distancia de más de 60 millas. Más tarde, el rey persa Darío tuvo la misma idea, y también Ptolomeo II, que hizo una zanja de 100 pies de ancho, 30 pies de profundidad y unas 35 millas de largo, hasta los Lagos Amargos.”?
Es muy probable que Plinio se refiriera a Sesostris II, el cuarto faraón de la dinastía XII, que gobernó circa 1895-1889 a. C., o bien a Sesostris III, el quinto faraón de la dinastía XII, que reinó circa 1889-1844 a. C.; uno de ellos ordenó construir un canal de irrigación que era navegable durante la estación de las crecidas y que desembocaba en un valle fluvial al este del delta del río Nilo.
Sin embargo y en la práctica el llamado Canal de los Faraones como tal fue muy probablemente iniciado por Necao II, de la dinastía XXVI, a finales del siglo VI a. C., y terminado por Darío el Grande, aunque las fuentes clásicas no se ponen de acuerdo acerca de la fecha de su finalización.
Heródoto afirma que fue Necao II quien emprendió la excavación de un canal, a través del valle de Uadi Tumilat entre Bubastis y Heroónpolis. Continúa Herotodo diciendo que murieron 120 000 hombres en el intento. La longitud que nos da Heródoto para este canal, de unos 1000 estadios (unos 183 kilómetros), es corregida por Plinio el Viejo, quien la redondea aproximadamente a la mitad.
Heródoto nos relata que al morir el faraón Necao, sus sucesores abandonaron el proyecto porque un oráculo avisó de que otro pueblo se beneficiaría de su finalización, aunque lo más probable es que fuera la guerra que mantenía Egipto con Nabucodonosor II la causa de la interrupción de los trabajos.
Se han encontrado varios monumentos conmemorativos del logro del persa Darío I en el 500 a.C., ubicados a lo largo del valle de Uadi Tumilat, de los cuales la más conocida es la Estela de Shalouf , tallada en granito rosa y cuya inscripción dice: «El rey Darío dice: Soy un persa; saliendo de Persia conquisté Egipto. Ordené cavar este canal desde el río que se llama Nilo y que fluye en Egipto, hasta el mar que comienza en Persia. Por lo tanto, cuando este canal fue excavado como ordené, los barcos salieron de Egipto a través de este canal hacia Persia, como yo había planeado».
Según Heródoto, el canal de Darío era lo suficientemente ancho como para que dos trirremes pudieran pasar la una al lado de la otra con los remos extendidos, (esto es una distancia de aproximadamente 45 metros de ancho) y se tardaban cuatro días en atravesarlo. Napoleón, cuando invadió Egipto descubrió los restos de este antiguo canal y ordenó a sus ingenieros y cartógrafos que registraran el recorrido en 1799.
Otro pilar encontrado en Pithom registra que Ptolomeo II Filadelfo en el 270 o 269 a.C. reabrió el canal y construyó una esclusa navegable que permitía el paso de embarcaciones por ella, pero impedía que el agua salada del Mar Rojo se mezclara con el agua dulce del Nilo; el paulatino retroceso de la línea de costa del Mar Rojo y la acumulación de limo de las continuas crecidas del Nilo hicieron que fuera cada vez más difícil darle mantenimiento al canal de los Faraones. Durante el reinado de Cleopatra, doscientos años después de la puesta a punto del canal de Ptolomeo, no hay registro de ningún paso fluvial oeste-este.
Sin embargo, en el siglo II d.C., Tolomeo el Astrónomo habla de lo que él denomina el río de Trajano que transcurría desde el Nilo hasta el Mar Rojo. Hallamos referencias posteriores a este en el lugar más alejado que pudiéramos pensar: en un tratado de geografía, De Mensura Orbis Terrae, escrito por un monje irlandés llamado Dicuil. Dicuil nos dice que otro monje había navegado por un canal desde el Nilo hasta el Mar Rojo para poder completar su peregrinación a Tierra Santa durante la primera mitad del siglo VIII. Pero al parecer el califa Al-Mansur, el segundo califa abasí que dominó Egipto entre el 754 y el 775, ordenó cegar este canal en el año 767 para evitar que los suministros llegaran a sus enemigos. ?Hacia el año 1000 Huséin al-Hákim bi-Amrillah, el sexto califa fatimí en Egipto que reinó del 996 al 1021, ordenó reparar el paso entre El Cairo y el Mar Rojo, pero pronto la arena volvió a cerrarlo.
Bartolomé Díaz circunnavegó África en 1488 y abrió la ruta comercial marítima de las especias hacia la India y Oriente, y esto dio un giro al comercio europeo.
La ciudad estado de Venecia, que hasta el momento era el punto de salida y de llegada de las caravanas que traían la seda y las especias desde Oriente por la Ruta de la Seda de la que ya hablamos en la entrega pasada de La Historia Habla, comenzó a ver cómo su preeminencia mermaba, y los venecianos entraron en negociaciones con los gobernantes mamelucos de Egipto para construir un canal fluvial entre el Mar Rojo y el Nilo y conservar de ese modo su monopolio comercial, pero la conquista otomana de Egipto en 1517 dio al traste con sus sueños.
También durante el siglo XVI el Gran Visir otomano, Sokollu Mehmet, intentó también construir un canal que conectara el Mar Rojo y el Mediterráneo para conectar Constantinopla con el océano Índico, ya que los europeos estaban abriendo cada vez más rutas comerciales y el bajá veía amenazados sus intereses en la zona. Un canal navegable permitiría a la marina otomana conectar sus flotas del Mar Rojo, el Mar Negro y el Mediterráneo. Pero este fue otro sueño de opio que tampoco se llegó a concretar nunca.
En la próxima entrega de La Historia Habla veremos en qué momento histórico estos intentos lograron hacerse realidad.