Historia de la minería II

Continuamos con una nueva entrega de La Historia Habla en la cual recorreremos el desarrollo de la minería a lo largo de las diferentes épocas como motor de cambios sociales y políticos.

Durante siglos, en la Europa continental, todas las explotaciones mineras pertenecían a los reyes y solo ellos concedían el permiso para extraer de ellas el mineral; mientras tanto, en Inglaterra solamente las minas de oro y plata eran propiedad de la corona, por lo tanto, cualquier persona que encontrase en sus propiedades yacimientos de carbón u otros minerales podía explotarlos o vender o arrendar dichas minas.

Durante el siglo XVI se escribieron varios tratados acerca de la minería, como el De la Pirotechnia de Vannoccio Biringuccio fechado en 1540 y De re metallica de Georgius Agricola publicado en 1556. En estos escritos podemos ver que uno de los problemas más grandes que tuvieron que enfrentar los mineros medievales fueron las inundaciones por el agua subterránea, al cavar galerías cada vez más profundas buscando nuevas vetas. El desarrollo de la ciencia hidráulica con la invención de bombas de achique cada vez más eficaces permitió que la industria minera fuera cada vez más eficiente.

Durante la Edad Media se siguió utilizando la fuerza del agua y del fuego para arrancar los minerales de sus vetas. Fue en 1627, en la mina de Selmecbánya, en Hungría, cuando se usó por primera vez la pólvora en la minería para la volar roca y aflojar y revelar las vetas del mineral de una forma mucho más efectiva que con el mecanismo del fire-setting que ya explicamos en la pasada entrega de La Historia Habla.

Unos años antes los españoles habían descubierto la fabulosa riqueza mineral de los yacimientos del Nuevo Continente; aunque la minería colonial se centró en las explotaciones de oro y plata de América Central y del Sur, y ríos de lingotes de ambos metales cruzaron el istmo de Panamá por el Camino de Cruces o el camino Real para ser embarcados hacia España. Recordemos que ya los indígenas habían explotado de forma intensiva muchos de sus yacimientos, por ejemplo, la explotación de las minas de turquesa de Cerrillos en el actual Nuevo México comenzó circa el 700 después de Cristo y se estima que fueron removidas más de 15 000 toneladas de roca antes del año 1700.

Ya en el siglo XIX, más concretamente el 24 de enero de 1848, en el rancho del general John Sutter, en Coloma, en las cercanías del río Americano, se encontraron pepitas de oro. El 15 de marzo Samuel Brannan publicaba en The Californian la noticia. Brannan corrió por las calles de San Francisco gritando «¡….oro, oro! ¡Oro en el río Americano!» Acababa de iniciarse la primera gran fiebre del oro. Durante los siguientes cinco años se calcula que fueron extraídas unas 370 toneladas de este mineral. Llegando a desviarse ríos enteros para poder excavar en el lecho fluvial. A mediados del siglo XIX, también se descubrió plata en Colorado y, en 1896, oro en Alaska, lo que provocó otra fiebre del oro hacia el valle del río Yukón.

Estas avalanchas de exploradores y gambusinos que se desplazaban hacia nuevas zonas de prospección minera fueron detonantes del desarrollo, creándose a su paso nuevas ciudades, y obligando a desarrollar rutas de comunicación como el ferrocarril, (recordemos que la ruta del ferrocarril de Panamá fue desarrollada en gran parte para suplir la demanda de este movimiento migratorio minero). Aunque los daños ecológicos fueron inmensos y las limpiezas étnicas de los nuevos territorios mineros provocaron masacres de tribus enteras.

Para finales del siglo XIX comenzó a incrementarse la demanda de carbón, ya que las industrias dependían del combustible para hacer funcionar las máquinas. Las técnicas de extracción del carbón se fueron perfeccionando cada vez más según iba creciendo la necesidad.

Hay ciertas consideraciones que debemos tener en cuenta cuando pensamos en cualquier tipo de extracción minera, lo primero que se debe hacer es extraer el material que no posee un interés económico, lo que se denomina ganga y en algunos casos la ganga llega a ser hasta dos veces la cantidad de mineral que se extrae durante toda la vida de la mina.

La minería de superficie o a cielo abierto implica la eliminación de la cubierta vegetal y de las capas superiores de las capas superiores del terreno, para poder llegar a la veta del mineral a extraer. En esta categoría están las minas a cielo y las canteras. En algunos casos este tipo de minas involucran, como vimos en el caso del yacimiento de las Médulas, la alteración completa de la topografía de una zona.

La minería de subsuelo o subterránea, que fue la más utilizada para extraer el carbón durante los siglos XIX y XX consiste en excavar galerías o túneles que penetran en la roca a veces a varios kilómetros de profundidad hasta llegar a la veta.

Una vez que el yacimiento está agotado o la cantidad de mineral que se extrae ya no es rentable la mina se abandona. En el caso de las minas subterráneas se suele simplemente condenar las entradas, pero en el caso de la minería a cielo abierto los gobiernos que han dado la concesión suelen exigir en las condiciones que se reubiquen los residuos, la ganga. Y que se reestablezcan las condiciones geográficas y medioambientales anteriores al inicio de las labores mineras, este proceso lleva mucho tiempo y conlleva un gran gasto, por lo que en muchos casos las empresas buscan la manera de incumplir estas cláusulas.

A pesar de esto, debemos entender que la minería una de las actividades económicas más importantes del mundo, fundamental tanto para la construcción como para la industria y la energía. Y también para la tecnología, ya que dentro del aparato electrónico en el que usted está leyendo esto hay varios tipos de minerales extraídos de las entrañas de la Tierra.

 

 

 

 

 

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