Un porvenir potencialmente explosivo

La epidemia de cólera que golpeó a París en 1832, en unos pocos meses dejó una estela de 20 mil muertes entre los 650 mil habitantes con que contaba en ese momento la ciudad. La mayoría de los decesos ocurrieron en el centro de la metrópoli, donde se concentraban las masas trabajadoras en condiciones de extrema miseria. Las tensiones se exacerbaron porque los ricos culpaban a los pobres de difundir la enfermedad y los pobres sospechaban que estaban siendo envenenados. La ira popular explotó en las calles y se manifestó en contra de las autoridades gubernamentales con un extraordinario despliegue de violencia y barricadas, lo cual fue estupendamente plasmado por Víctor Hugo en su obra “Los Miserables”.

En el estudio “Repercusiones sociales de las pandemias”, publicado en enero de 2021 por el Fondo Monetario Internacional (FMI) se anota que “el mal manejo de las epidemias puede revelar problemas más profundos, como redes de seguridad social insuficientes, gobierno incompetente o falta de confianza del público en sus instituciones”. Y señala, además, que “comprender las implicaciones de las epidemias en el malestar social es fundamental para prepararse para las posibles repercusiones sociales causadas por la pandemia de Covid-19”.

En Latinoamérica, a lo largo del 2019, vimos una serie de protestas que sacudieron Perú, Puerto Rico, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Chile y Colombia; y las causas detonantes abarcaban desde la corrupción, el estancamiento económico y la desigualdad social, hasta los aumentos de precios de los víveres y del transporte público.

Con la irrupción de la pandemia del SARS-CoV-2, el muestrario de problemas terminó por expandirse con el aumento desmesurado de los índices de desempleo, el cierre de millones de pequeñas empresas, los millones de ciudadanos empujados a la pobreza, amén del dolor acumulado por las decenas de miles de personas fallecidas. Y poner bajo control al virus no terminará con los problemas según advierten voces expertas.

Otro estudio publicado por el FMI, “Un ciclo vicioso: cómo las pandemias conducen a la desesperación económica” sugiere que “las pandemias contribuyen al malestar social al reducir el crecimiento económico y aumentar la desigualdad” donde “un menor crecimiento, una mayor desigualdad y un mayor malestar social se refuerzan mutuamente, formando un círculo vicioso”. El malestar social- agrega- aumenta aproximadamente 14 meses después de las pandemias en promedio. El efecto directo alcanza su punto máximo en aproximadamente 24 meses después de la pandemia.

Los próximos años, se infiere, resultarán cruciales para la estabilidad de la región. Al descontento subyacente antes de la crisis, se le ha sumado nuevas causas de malestar social y político; donde el escenario visto en las últimas semanas en Colombia se repetirá en distintos países de la región. En este punto, la gestión política de los próximos años no puede ser la que tradicionalmente ha exhibido este rincón del mundo: caminamos sobre un campo minado donde se requiere la prudencia, la empatía y, sobre todo, una nueva manera de hacer política sostenida por la integridad, postulados éticos básicos y con la mira puesta en el bienestar común.

 

 

 

 

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