La piedra de molino

Para constatar la salud democrática y la estabilidad de un país, fijemos la mirada en los grupos políticos en la oposición: esos grupos encargados de poner límites al gobierno de turno para garantizar el apego a la ley.

La oposición política es la encargada de vigilar cuidadosamente las acciones del gobierno, de los procesos que éste desarrolla en su labor de administración de la cosa pública. Estos grupos opositores tienen, además, que proponer alternativas y aportar la crítica constructiva que sirva para afinar y perfeccionar la labor de los gobernantes en ejercicio. Una oposición que aspire a la excelencia debe asumir su papel de ilustrar a la opinión pública, porque un debate saludable y robustecido por las ideas, conduce inexorablemente a la formulación de propuestas inteligentes y estrategias más efectivas para afrontar los desafíos que se presenten.

El silencio de los movimientos adversos al gobierno facilita el camino de los que detentan el poder para imponer las ideas, los planes y las acciones que favorecen los intereses particulares de un sector sacrificando el bienestar de las masas ciudadanas. Este mismo silencio, muchas veces, resulta del acomodo y las componendas motivadas por fuerzas ajenas a aquellas que impulsan la vida democrática. Por ello resulta crucial que el discurso opositor no sea monopolizado por los partidos políticos. Los tiempos presentes, en que la tecnología y las redes sociales han destruido el monopolio de la información y la opinión ejercido por los medios de comunicación tradicionales, resulta imperativo que el ciudadano común asuma su rol y su derecho a disentir para revitalizar el debate. Pero, éste último- el debate- no puede confundirse con la queja, la descalificación y el insulto: la discusión pública, basada en el respeto a las diferencias, debe perseguir el intercambio de ideas y propuestas, la búsqueda de soluciones a los problemas que aquejan a todos.

Y ante el lamentable espectáculo de representantes políticos que renegaron de su obligación de representar la voluntad popular, resulta necesario que la ciudadanía se organice en grupos afines para construir nuevas propuestas y alzar la voz para que sea escuchada por quienes manejan los recursos estatales necesarios para llevarlas a la práctica.

Una oposición sólo pendiente de sí misma, de sus apetencias e intereses particulares, es una piedra de molino amarrada al cuello de la democracia: terminará por ahogarla irremediablemente y, con ella, a las esperanzas y el bienestar del resto de la nación.

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