Intacta. La inmensa popularidad de Yuri Gagarin, 60 años después de su mítico vuelo espacial, sigue siendo un símbolo para el Kremlin y su política de grandeza de Rusia.
Cada 12 de abril, fecha en la que emprendió el exitoso vuelo, los estudiantes rusos celebran la «Fiesta de la cosmonáutica» con lecturas y conciertos. Y cada año se colocan ramos de flores delante de los monumentos en honor a Gagarin, mientras los medios de comunicación cuentan la historia.
«Es una figura absolutamente consensual que une a la Nación, un ejemplo muy raro de unanimidad», afirma el escritor Lev Danilkin.
Un culto que se debe sobre todo al salto tecnológico que encarna el cosmonauta y su victoria sobre el rival: Estados Unidos. Gagarin representa el destino de un hombre que cambió la historia.
«Hizo que el ser humano pasara de ser un simple ser vivo a una especie de inteligencia que va más allá de la Tierra», resume el historiador Alexander Jelezniakov.
Gagarin era hijo de un carpintero y una campesina que sufrieron la ocupación nazi y recibió formación como obrero metalúrgico antes de convertirse en piloto. Por eso encarna el héroe popular.
Su gran sonrisa y su optimismo siguen vivos a través de las fotografías, carteles, documentales, ropa, tatuajes y souvenirs con su efigie.
Hay que añadir lo que se contaba de sus cualidades humanas: buen compañero, valiente y devoto por sus hijas y su esposa, Valentina Gagarina, a quien escribió una conmovedora carta de despedida por si se moría durante la misión:
«Si algo sale mal, les pido, sobre todo a ti, Valiusha, que no mueras de dolor».
En 2011 el cosmonauta Boris Volynov contó que lo recordaba como un hombre que, pese a tener todos los privilegios, se pasaba horas al teléfono para conseguir un medicamento o una cama en un hospital para un conocido con menos suerte.
Propaganda
A su regreso a la Tierra, Yuri Gagarin fue lógicamente el centro de una intensa propaganda sobre la superioridad del modelo soviético, capaz de transformar a un plebeyo en conquistador.
El escritor Lev Danilkin destaca que, por este motivo, parte de la ‘intelligentsia’ anti-Kremlin considera a Gagarin como un «engranaje en la gigantesca máquina de violencia» de la URSS.
Porque su hazaña sirvió para «inculcar en la población» que las víctimas de las represiones soviéticas y del Gulag «no lo fueron en vano», explica Danilkin.
Según él, Vladimir Putin sigue esta lógica para convertir a la actual Rusia en la heredera de los triunfos del pasado.
«El poder actual se apropia metódicamente de los cultos populares: primero el de la victoria durante la Segunda Guerra Mundial, después el de la conquista del espacio y de Gagarin», asegura el escritor, que afirma que el Estado combate paralelamente todas las «interpretaciones alternativas» de estos sucesos.
Los rusos son conscientes de que la Unión Soviética acabó perdiendo la carrera hacia el espacio después de que los estadounidenses conquistaran la Luna. Pero la veneración de Gagarin permite «neutralizar» esta amargura, estima Danilkin.
Como todos los grandes héroes rusos, sobre todo uno que le iguala en prestigio, el poeta Alexander Pushkin, Yuri Gagarin también es un símbolo trágico.
Su muerte con 34 años durante un vuelo de entrenamiento, en 1968, sigue siendo un misterio porque las autoridades nunca publicaron el informe completo de la investigación sobre las causas del accidente.
Según archivos parciales del Kremlin, la versión «probable» del drama es una colisión de su aparato con un globo meteorológico.
Pero ante la falta de transparencia siguen circulando muchas teorías. La más conocida sostiene que Gagarin pilotaba borracho. Otros afirman que lo mató el Kremlin al sentirse amenazado por su popularidad.
Sea como fuere, su muerte sigue conmoviendo a muchos rusos. «¿Cómo es posible que el primer cosmonauta, un hombre tan joven y bueno, muriese así de repente?», se pregunta el historiador Alexander Jelezniakov. «En realidad, la gente todavía intenta superarlo».
Cinco cosas a saber sobre el vuelo de Gagarin
‘¡Allá vamos!’
Gagarin se formó como fundidor y obrero metalúrgico y después se convirtió en piloto militar. Fue seleccionado entre miles de candidatos para seguir el entrenamiento de vuelo en el espacio.
A los 27 años fue elegido por sus excelentes habilidades en estas pruebas. Pero la leyenda cuenta que este joven respetuoso también se granjeó la simpatía de los jefes del programa espacial al quitarse los zapatos antes de subir por primera vez a la nave espacial Vostok, una costumbre en Rusia cuando se entra en una vivienda.
El 12 de abril de 1961, cuando el cohete se soltó en el cosmódromo de Baikonur en Kazajistán, él exclamó «¡Allá vamos!». La expresión ha pasado a la historia.
Demasiada altura
El vuelo duró 108 minutos. La nave espacial Vostok dio solo una órbita a la Tierra.
El éxito de la misión de Gagarin, que regresó sano y salvo a la Tierra, es indiscutible. Pero hubo fallos que pudieron haberle costado la vida.
El peor fue que la nave se puso en órbita a una altitud superior a lo previsto.
Por suerte el sistema de frenos funcionó. De lo contrario el cosmonauta y su nave habrían tenido que pasar más de 10 días en órbita y es probable que no le hubieran llegado las reservas de alimentos.
La abuelita y el cosmonauta
Yuri Gagarin fue expulsado de la cápsula descendente y aterrizó en un campo de la región de Saratov, en el sur de Rusia.
Una niña y su abuela estaban recogiendo patatas cuando vieron a un hombre con casco y traje espacial anaranjado. Como para llevarse un buen susto en plena Guerra Fría.
Él les dijo: «No tengan miedo, soy soviético como ustedes, vuelvo del espacio».
Tradición de orinar
Según la leyenda, antes del despegue, Gagarin pidió al conductor del autobús que lo llevaba a la plataforma de lanzamiento que parara para orinar. Y lo hizo sobre una rueda trasera del vehículo.
Los cosmonautas que despegan de Baikonur han seguido esta tradición antes de volar al espacio. Pero esto podría cambiar ya que el futuro traje espacial ruso, presentado en 2019, no tiene bragueta.
El hombre que lo hizo posible
El nombre y el rostro de Gagarin se han convertido en un símbolo de la Unión Soviética. Pero no se sabía nada del hombre que lo hizo posible, el jefe del programa espacial Serguéi Korolev.
La Unión Soviética incluso se opuso a que se entregara un premio Nobel al responsable del programa para mantener en secreto la identidad del hombre que estaba detrás de Sputnik, Laika y Gagarin. El mundo se enteró tras su muerte en 1966.
Cabe decir que la Unión Soviética casi lo mata…Lo detuvieron durante las terribles purgas estalinistas y fue enviado a uno de los peores gulags del imperio, a las minas de oro de Kolyma.
Moscow, Rusia. AFP