Intentaron secuestrar al hermano de Nito. Esa era la noticia. Intentar secuestrar al hermano de un presidente no se ve todos los días, en cualquier parte del mundo eso sería un asunto de Estado. Que yo recuerde eso jamás había sucedido. Pero el pasado jueves ese récord se rompió. Es que la administración de Laurentino Cortizo Cohen es de récords. No voy a enumerar lo que hasta hoy le ha sucedido al presidente, pero ya me estoy empezando a preocupar. Sacando la pandemia, Nito ya debería estar pensando en hacerse una limpia.
Apenas supe del frustrado secuestro me hice la pregunta: ¿a quién se le puede ocurrir secuestrar al hermano de un presidente? Aquí no se había visto nada parecido, desde el secuestro de un familiar del nieto del expresidente Guillermo Endara Galimany. No eran familia, Endara ya no era presidente y lo único que sucedió fue que reforzaron su seguridad. Medida lógica, por aquello de que los secuestradores pudieron haberse equivocado al haber entre ambos niños algún parecido. No había una vinculación directa con el expresidente. Una mención especial merece el secuestro del exdirector de la Policía Nacional Ebrahim Asvat, él logró escapar de sus captores, y aquello quedó como una anécdota de la época.
En estos días que las comunicaciones y las tecnologías permiten saber lo que uno va a decir o hacer antes siquiera de pensarlo, intentar secuestrar a alguien supone ciencia y arte. La noticia me quedó dando vueltas. Sabían que se estaba planeando algo. Pero eso no fue lo que me intrigó. Si eso le pudo pasar a Moisés Cortizo Cohen, militar retirado y hermano del presidente, qué puede esperar un común mortal. Es que hay que llamarse Moisés, como el salvado de las aguas del Nilo; el salvado de La Mitra, por apellido responde al de Cortizo Cohen, solo así con seguridad uno se puede adelantar.
En Panamá hemos tenido sonados secuestros: empresarios, banqueros, ejecutivos, misioneros, profesionales, hasta jóvenes, como el del horroroso caso de La Chorrera, han sido víctimas de esta plaga. Descubrir lo que hay detrás de cada secuestro, nos lleva en ocasiones a desenredar una enrevesada trama política, económica, judicial, social y hasta cultural que nos explota en la cara. Es una radiografía de la vida real.
Hoy día hay muchas modalidades, pero la finalidad es la misma. Extorsionar. Secuestran para seguir delinquiendo, siendo este delito una industria a escala mundial que sus ramificaciones alcanzan el tráfico de armas y de drogas, al blanqueo, la trata de personas y al peor de los males: el terrorismo. Como respuesta quienes se saben potenciales objetivos de ser plagiados contratan agencias de seguridad privada, utilizan microchips debajo de la piel para ser ubicados, teléfonos móviles con mensajes pregrabados pidiendo ayuda, a los hijos pequeños los visten con ropas o pijamas con dispositivos electrónicos para ser rastreados, lo que sea con la finalidad de capear la hora fatal.
El secuestro es uno de los delitos que más altera y provoca a la opinión pública. Es una violación de la libertad del individuo, la víctima difícilmente llega a recuperarse del trauma de esta experiencia, su familia y el entorno en el que se desarrolla también se ven impactados. Recuerdo el de una panameñita, de padre colombiano y madre panameña. Ella vivía en Bogotá. De camino a su escuela fue raptada. Sus plagiadores pedían una cantidad de dinero que para sus padres era imposible.
Esta tragedia no conoce fronteras, conocida la noticia la sociedad entera se movilizó y hasta en Panamá, provocó que la presidenta Mireya Moscoso interviniera pidiendo que la liberaran. De nada sirvió tanto esfuerzo y apelar a una humanidad que sus captores no tenían. Su cuerpo apareció meses después. Tenía 14 años. Esta desgracia se extiende como una sombra, y qué hacemos: tomamos una distancia prudencial y decimos: mientras no me pase a mí o a alguien cercano, no es problema mío. Pasado este hecho, la vida siguió igual y la resaca que dejan fatalidades como estas con el tiempo se desvaneció.
La noticia se regó por las redes. Intentaron secuestrar al hermano de Nito cuando viajaba en dirección hacia su finca en La Chorrera. En el camino fue interceptado por dos autos en los que iban hombres fuertemente armados, en eso la persona que lo acompañaba pidió auxilio, logrando con esto la rápida intervención policial. ¿Qué intenciones podían tener? Lo que todos los secuestradores se proponen según el manual. Plata o plomo. Y, ¿si había terceras intenciones? Eso pensé, que detrás debía haber toda una operación estructurada y con objetivos claros. Pues, ¿a quién se le ocurre secuestrar al hermano de un presidente? Y, ¿para qué? Ya eso se aclarará con las investigaciones, y ojalá sepamos que en el peor de los casos los secuestradores no sabían quién era al que estaban buscando.
La verdad la noticia del frustrado secuestro no fue lo que más me intrigó. Lo que dijo el señor presidente después me dejó muy preocupado. Para él intentaron secuestrar a su hermano, para nosotros intentaron secuestrar al hermano del presidente. Y el presidente lo que dijo es de feria. “Teníamos información de inteligencia desde el miércoles, de que se estaba realizando por parte de cinco, seis, siete personas la posibilidad de un atentado o secuestro. Mi hermano estaba vendiendo una finca», etc. Entonces todo estaba bajo control, que bien.
Pero, días después, en una entrevista cuando tocaron el tema de su hermano, dijo que quería aprovechar la oportunidad para decirle a la gente que sube en las redes vendo un apartamento, una casa, “que tengan mucho cuidado con los que llaman para ir a ver el apartamento, la casa o un terreno…”. Señor presidente, ¿qué quiso decir? ¿Usted nos quiere prevenir de algo? Que vivimos en una sociedad acechada por delincuentes, ¿eso quiso decir? Tener mucho cuidado en este país no hay que decirlo, eso se sabe sin necesidad de manejar información. La advertencia del señor presidente no pudo ser más puntual: no hay seguridad.
Que el secuestro deje de ser noticia para convertirse en otra muestra de nuestra cotidianidad es peligroso. Lo que le pasó al hermano del señor presidente definitivamente es noticia. Como también es noticia la falta de seguridad. Gracias a Dios a él no lo secuestraron. El secuestro deja voces silenciadas grabadas para siempre, fotos que gritan auxilio y vidas irremediablemente perdidas. Hoy el temor de Gabriel García Márquez es el nuestro también. En su libro Noticia de un secuestro, decía: “Que no nos dé Dios lo que somos capaces de soportar”. Así es, mejor es no saberlo.