La inesperada irrupción en el escenario mundial de la pandemia del SarCov-2, aceleró el proceso de cambios que ya se venían desarrollando en todos los órdenes de la actividad humana. Aunque han sido más notorios y fulminantes en los terrenos de la tecnología, no hay campo que no haya sido afectado por esta ola de transformaciones.
Como muy bien se anota en “Digitalización y competitividad: ¿hacía falta una pandemia?”, publicado en el diario español El País: “La salida de la pandemia inaugurará un mundo de alta competición tecnológica entre el sistema de innovación norteamericano y el sistema de innovación chino, ambos capaces de crear gigantes como Google, Amazon, Huawei o Tencent”.
En este mundo altamente competitivo, dos valores fundamentales serán la excelencia en los modos de hacer y la calidad en los servicios y productos ofrecidos; lo cual exigirá, a los profesionales de todos los campos, incluido el de la salud, una mentalidad que apunte hacia los más altos estándares de ejecución. No habrá lugar para la mediocridad si aspiramos a no quedarnos rezagados en el nuevo escenario que encontraremos al superar la pandemia.
Y, lamentablemente, hacia la mediocridad empuja en Decreto Ejecutivo 1 del 3 de marzo de 2021 que establece- de manera temporal y hasta que se levante el Estado de Emergencia Nacional- el puntaje mínimo de aprobación para el examen de certificación básica de medicina. Porque- a contravía de exigirle más al estudiante- pretende disminuir el puntaje requerido para su aprobación. Esto, además de incentivar la mediocridad, atenta contra la calidad del sistema de salud al permitir la entrada masiva de elementos con serias deficiencias en el conocimiento de las ciencias básicas que deben ser de absoluto dominio de los profesionales de la medicina.
Ya el Consejo de la Universidad de Panamá advirtió que la medida constituye “un peligro para la seguridad de los pacientes”. Y otras varias asociaciones de profesionales médicos han levantado su voz de protesta ante semejante aberración.
“Los grandes cerebros ascienden por la senda exclusiva del mérito; o por ninguna”, escribía hace algunos años el visionario José Ingenieros en “El hombre mediocre”. Esta frase debería estar grabada en bronce en los despachos de todos los involucrados en este absurdo culto a la mediocridad y que viven, peligrosamente, de espaldas a los más sanos intereses de la nación.