Lo que sucedió en Atlapa el otro día no me sorprendió, el mensaje que se daba de parte de las autoridades fue claro: hay eventos que se tienen que celebrar. Los quince de Florita, tal cual. No hay problema, eso quedó grabado y se puede ver una y otra vez. Hay momentos en los que se debe mostrar la alegría, para qué ocultar la felicidad. El mismo lugar sirve para eso, el Centro de Convenciones Atlapa, epicentro de la rumba y en este caso también del trabajo, fue escogido para celebrar el primer año, léase conmemorar el aniversario, del programa Panamá Solidario.
Allí no hay sitio para el aburrimiento, ni para cadalso o paredón. Un lugar propicio para las luces, el baile, música, aplausos y temblores, en fin, puro donaire y esplendor. Y quien mejor para asegurar un ambiente así que el inmenso Osvaldo Ayala, el “Escorpión de Paritilla”, el consentido de la Calle Arriba, de la distinguida el más distinguido. ¡Dale con la mano, dale con los pies!, no puede ser de otra manera, no hay tarima que se resista ni pista que se atreva a hacerle a Osvaldo un desplante al oír “Morena si tú quisieras”. Admiración a su voz y acordeón, a la letra y música que nos ha regalado por tanto tiempo. Y eso hizo esa noche, regalar su arte. Y bailar sus canciones, es la forma más humana de demostrarle gratitud.
La noche no podía ser más especial, el evento era único, el homenajeado: el Programa Panamá Solidario. Reconocido y galardonado con el Premio a la Excelencia de la Red de Gobierno Electrónico de América Latina y el Caribe, por la Organización de Estados Americanos y el Banco Interamericano de Desarrollo en la categoría “Gobierno digital frente al COVID-19”, el Grammy de la tecnología. Añadir también los vítores a los voluntarios, músculo de esta iniciativa quienes con su aporte hacen posible que la ayuda llegue a los que más lo necesitan. Un año ha pasado ya, se dice fácil, pero cómo ha pesado.
La última vez que fui al Atlapa debió ser para algo de mis hijos, a mi agenda el Atlapa le queda demasiado grande. Los videos que han dado pie a tanta crítica me sirvieron para olvidarme por un instante de la pandemia. Ver a la gente bailando, incluso con mascarilla, me ilusionó. Recordé aquellas escenas de grandes salones, eventos pasados que llegaron a nosotros por libros o películas, en donde los cortesanos bailaban buscando agradar al rey. Durante el Renacimiento los bailes de máscaras se hicieron muy populares por todo Europa. Por ejemplo, los famosos carnavales de Venecia se celebraban entre danzas y disfraces. Los acaudalados de la élite preparaban las fiestas siendo las mascaradas muy concurridas. Esta tradición se fue perdiendo por el siglo XVIII, a la vez que la República de Venecia se derrumbaba. La tradición de los bailes de máscaras desapareció por completo, hasta que llegó la pandemia y Osvaldo Ayala sonó su acordeón en Atlapa.
El presidente estuvo acompañado por su ministro de la Presidencia, quien junto con otros ministros y la recién nombrada gobernadora conmemoraron tan significativa fecha. Todos ataviados con sus mascarillas se tomaron el Atlapa. En los videos se sentía un ambiente de carnaval y desde la tarima Osvaldo cargó con la responsabilidad de ser quien prendió la vaina. Lo que empezó como un entretenido, frugal y solemne acto de aniversario se salió de control, a esta hora otro es el coro de la murga: ¡Si hay para uno, hay para todos! Es que después de tanto tiempo de encierro y de estar pasando necesidades, lo de Atlapa no deja margen para pensar otra cosa: alguien se está burlando.
Las explicaciones llegaron tan pronto las redes hicieron pasto del evento. Osvaldo Ayala por su parte aclaró lo sucedido dando su versión, y un comunicado de la Presidencia cayó en eso que reza: el que se excusa, se acusa. Que no era baile, sino un reconocimiento. El reconocimiento lo cerró “el Conjunto de Osvaldo Ayala que interpretó únicamente cuatro 4 piezas, nada parecido a un Baile en toda la regla.”, señala la nota. Si Osvaldo cerró el evento, entonces él debe ser el culpable de tanta espontaneidad. La gente se siente burlada, ofendida no es la palabra.
En un tuit el vicepresidente comienza diciendo: “los que hemos vivido esta catástrofe…, no terminé de leerlo. No le discuto su experiencia de dolor, pero los que han sobrevivido a esta catástrofe y los que han perdido a alguien en esta catástrofe no estaban en Atlapa. Y tampoco querían estar. No hay nada que celebrar o conmemorar. Los voluntarios lo hacen por servir sin ánimo de recompensa y el Plan Solidario, ya fue premiado con el reconocimiento de la OEA. Lo demás es soberbia.
Hace un año la ministra de Salud, Rosario Turner, confirmaba al país el primer fallecimiento por covid-19. El domingo 8 de marzo moría el primer panameño y centroamericano, y segundo latinoamericano a causa de esta catástrofe. Algo debió haberse hecho bien para conmemorarlo, porque no nos hemos enterado. De lo contrario, estreno de otro dislate. Porque es que han perdido el sentido de lo oportuno. Nada les sale bien. De lo que hacen, cuando lo hacen, el resultado es mejor no haberlo hecho. Atlapa es un ejemplo. Osvaldo lo dijo, que él se había presentado antes, y no había pasado nada. Pero esta vez había que emocionarse, esa espontaneidad hizo estallar el descontento de músicos y artistas que se han sentido excluidos: ¡Si hay para uno, hay para todos! ¡Súbelo!
Esas imágenes han dado la vuelta al mundo, es una lástima que el Plan Panamá Solidario se vea empañado con la noche del baile de máscaras en la que el embajador Cultural de la República de Panamá Osvaldo Ayala puso a bailar al vicepresidente. Y de eso da fe el presidente que estaba presente y no pudo evitarlo. Es que fue algo tan espontáneo que nadie se dio cuenta. Lo de esa noche tiene mucho parecido a un acto de campaña. Agréguenle banderas, suéteres, gorras… el lanzamiento ya está dado.
El señor presidente reconoció que era algo especial, él sabe lo que significa ser solidario. Él debe estar confundido con lo que ha pasado. Las cosas no son como parecen, pero pueden ser peor. Las máscaras con la salida de los videos se han ido cayendo. Las disculpas abundan, y nadie queda mal desde que se inventaron las rumbas.
Si era baile o reconocimiento ya eso no es tema, o si era conmemoración o celebración, siempre uno encuentra cómo justificar sus emociones. Es de humanos que las emociones a uno lo traicionen. No pasa nada, pues para todo hay remedio. Para lo que sí no hay remedio es para la cabanga, porque si hay algo que mata y no se aguanta son los sentimientos del alma. ¿La habrá cantado Osvaldo?