Pasa que…

 

 

Portugal se enfrenta desde hace algunas semanas a una escalada en el número de fallecidos a causa del covid-19 y sus hospitales se encuentran al borde del colapso. Y en medio de tan desesperados momentos sale a relucir el oportunismo político más detestable.

El gobierno portugués anunció un plan de vacunación que incluye inmunizar a políticos y altos cargos a partir de la próxima semana, dándoles prioridad por encima aún de los profesores, más expuestos al contagio del virus.

Las reacciones de indignación no se han hecho esperar y, aún entre la clase política, unos pocos dirigentes han manifestado su desacuerdo. Desde el partido que lidera la oposición el diputado Cristóvao Norte ha manifestado que no quiere vacunarse antes de que lo hagan la totalidad de ancianos, sanitarios y otros grupos fundamentales en la lucha contra la pandemia del coronavirus. En igual tono han expresado su repudio el diputado del Partido Liberal, Joao Cotrim de Figueiredo, y el líder democristiano Francisco Rodrígues dos Santos.

El vapuleado plan de vacunación incluye a figuras como el primer ministro, el presidente y el presidente del parlamento. Incluye además al defensor del pueblo, miembros del consejo de gabinete, magistratura del ministerio público y a los alcaldes entre otras muchas figuras políticas.

Esta lamentable situación no es exclusiva de las tierras lusitanas: en todo el orbe se cuecen habas, podríamos anotar parodiando la sabiduría tradicional. Lo que ocurre allá es el síntoma más profundo de la descomposición social que cangrena al mundo en general y que la pandemia no ha hecho sino sacar a la superficie.

Cabe en este punto plantearnos la pregunta que resonaba desde la genialidad humorística del inolvidable Héctor Suárez: ¿Qué nos pasa?

Pasa que el individualismo más descarnado permea todos los niveles de la vida social y esta lacra muerde las conciencias desde hace tanto tiempo que nos ha incapacitado para superar los límites estrechos de nuestro yo.

Pasa que hemos olvidado que la vida en comunidad requiere poner en primer plano el interés superior de la mayoría y que cualquier otro interés está supeditado al beneficio de todos.

Pasa que el egoísmo nacido de aquel individualismo nos limitó a nuestras personales opiniones y apetencias, privándonos de las habilidades para forjarnos un propósito común.

Mientras no superemos ese individualismo, mientras el interés mayoritario sea pisoteado y un propósito común no sea el norte de la brújula nacional, seguiremos alimentando las crisis que en algún momento alcanzarán proporciones descomunales y terminarán por explotarnos en la cara.

 

Comparte esta Noticia
Escribir Comentario