El 27 de enero fue designado, desde el año 2006, como el Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto.
Unos seis millones de judíos fueron exterminados en campos de trabajo y de concentración por órdenes de Hitler en una limpieza social que ha quedado como un baldón en la memoria de la humanidad.
Pero no ha sido el único caso de genocidio en la historia del hombre, si algo nos caracteriza es el impulso de hacer desaparecer a aquellos que no son como nosotros, que no comparten nuestra lengua, nuestra religión o nuestro color de piel.
El término genocidio hace referencia a la destrucción sistemática y deliberada de un grupo por razón de su etnia, color de piel, religión, cultura o nacionalidad. El término fue utilizado por primera vez por el jurista polaco Raphael Lemkin en 1944.
La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (CPSDG) lo define, en el Artículo 2: «cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, de manera total o parcial, un grupo nacional, étnico, racial o religioso, tales como: la matanza de miembros del grupo; lesiones graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia de acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.»
Se entiende por genocidio cualquiera de los siguientes actos siempre que sean perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional étnico, racial o religioso:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños de un grupo a otro grupo.
Este tipo de crueldad no es nueva en la historia y tenemos referencias a muchas de estas execrables acciones incluso en los libros sagrados, en el Antiguo Testamento, por ejemplo, encontramos varios eventos que se pueden calificar como genocidios.
Uno de los casos que más se repiten a la hora de hablar de genocidios es la conquista de América por la corona española, aunque, en este caso no entra la definición de genocidio, ya que en ningún momento hubo un intento de eliminar a la población indígena, sino que todas las leyes dictadas desde el momento más temprano del contacto fueron, precisamente para proteger a los pueblos originarios. La mortandad vino dada por las enfermedades como la viruela, el sarampión, y la gripe, el tifus, la peste bubónica y otras enfermedades infecciosas endémicas en Europa, que diezmaron a locales que no tenían anticuerpos para poder defenderse.
Ahora bien, en el caso de los ingleses sí se puede considerar que existió un genocidio mantenido en el tiempo. La corona inglesa entendía que los integrantes de las tribus de Norteamérica debían ser exterminados para dejar el territorio limpio y poder repoblarlo con ingleses o europeos, y la mezcla racial con los subhumanos nunca estuvo aceptada ni sancionada por las leyes. Drake, Rourke y Cook postularon sin empacho el exterminio en masa de los originarios.
Si esto ocurrió en Norteamérica, lo que pasó en Australia a partir de 1788 fue una hecatombe inhumana de la que poco se habla. De más de 900.000 aborígenes que la Sociedad Geográfica inglesa censó en los primeros años de la conquista, solo lograron escapar con vida unos 30.000. Inglaterra declaró que Australia era terra nullius, es decir, que en ella no existían habitantes humanos.
Los aborígenes, que llevaban viviendo en el continente más de 60 000 años, fueron masacrados, expulsados de las tierras fértiles hacia las zonas áridas del interior. El hambre y las enfermedades arrasaron en apenas cien años la población aborigen. Y la que quedó fue cruelmente aculturada durante décadas, separando a los niños de sus padres por cualquier motivo y asegurándoles a estos que sus padres los habían abandonado.
El 13 de febrero de 2008, el primer ministro australiano, Kevin Rudd, dijo ante 7 000 aborígenes australianos en la explanada del Parlamento en Canberra: «Pedimos perdón (…) por el retiro forzoso de niños aborígenes de sus familias, de sus comunidades y de su país. Pedimos perdón por el dolor, el sufrimiento y los daños ocasionados a esas generaciones perdidas, sus descendientes y sus familias (…)»
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, entre 1885 a 1908, durante la colonización belga del Congo, los belgas lograron asesinar a unos 10 000 000 de personas. El rey Leopoldo II quería explotar las plantaciones de caucho y las minas que existían en el territorio que le tocó en la repartición que de África hicieron los países europeos durante el periodo del Nuevo Imperialismo, entre la década de 1880 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Este espantoso y brutal genocidio fue denunciado en varias ocasiones, entre otros por Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas, por el periodista Edmund D. Morel y por el diplomático Roger Casement, cuya historia recoge Mario Vargas Llosa en su libro El sueño del celta. Por orden del civilizado Leopoldo los diez millones de nativos fueron esclavizados, mutilados, asesinados a golpes o rematados a tiros por tratar de escaparse o amenazados con la muerte para que trabajaran hasta la extenuación en los trabajos forzados.
La matanza de armenios durante la Primera Guerra Mundial fue calificada por el papa Francisco como «el primer genocidio del siglo XX».
El genocidio armenio comenzó el 24 de abril de 1915, durante el proceso de purga las autoridades turcas detuvieron y deportaron a la población armenia de Estambul sin permitirles llevar absolutamente nada, ni siquiera alimentos o agua, la mayoría murió a causa del hambre y la sed.
Las leyes islámicas consideraban a los no musulmanes como dhimmi, es decir, como pertenecientes a una clase social inferior. Durante décadas su presencia en territorio turco fue tolerada, pero con constantes presiones, por ejemplo, tenían que pagar más impuestos.
Entre 1915 y 1923 se calcula que murió un millón y medio de personas. Y varias organizaciones armenias sostienen que durante la I Guerra Mundial millones de armenios fueron masacrados por las autoridades turcas sin que esas muertes fueran registradas en ningún sitio.
En el periodo entre guerras, más concretamente en la década del 1930, se extendió por la Unión Soviética la Gran Purga. El Gran Terror tal y como se denominó a una serie de campañas donde cientos de miles de miembros del Partido Comunista Soviético, socialistas, anarquistas y opositores, profesionales, campesinos burgueses y miembros de varias minorías fueron perseguidos, se envió a cientos de miles a campos de concentración y se ejecutó a miles. Esta campaña de represión orquestada por Joseph Stalin consolidó su poder absoluto.
La Gran Purga y el terrible Holodomor, la Gran Hambruna, que asoló una buena parte del territorio ruso en 1932, terminaron el trabajo de los estamentos afines al régimen estalinista, acabando con millones de personas en una hecatombe que fue silenciada durante décadas tras el telón de acero.