Unas 95,000 personas han denunciado haber sido víctimas de abusos sexuales en la organización estadunidense Boy Scouts of America (BSA), según informaron abogados de las víctimas que llevan el caso.
El número pudo aumentar antes de que cerrara la semana pasada el periodo para presentar demandas ante un tribunal de bancarrota en el estado de Delaware –el estado por el cual el presidente electo Joe Biden ocupó un puesto en el Senado por 34 años- donde los BSA se declararon en quiebra el año pasado en un intento de sobrevivir a la oleada de querellas.
Paul Mones, uno de los abogados involucrado en casos contra los BSA durante casi dos décadas, explicó la semana pasada a The New York Times que la prevalencia de los abusos que se detallan es imponente, pero que aun así podría reflejar solo una parte del número de víctimas reales.
La avalancha de demandas supone una tarea monumental para el caso de bancarrota, con el que los BSA pretenden reorganizarse y estructurar un fondo de compensación para sus víctimas.
En su declaración de bancarrota, los BSA reconocieron bienes por $1,000 millones. Cuentan, además, con una red de propiedades, incluyendo cientos de campamentos y otros bienes por todo el territorio estadunidense a orillas de lagos o en valles, donde los jóvenes recibían formación en habilidades de exploración y valores éticos.
Sin embargo, ante la avalancha de denuncias, no hay recursos suficientes. Para tener una idea del tamaño de las demandas, el caso de la archidiócesis de Los Ángeles en el 2007, es ilustrativo. Para compensar con una media de $1.3 millones a cada uno de sus 508 víctimas de abusos sexuales, tuvo que desembolsar $660 millones, la mayor indemnización en la historia del catolicismo.
Si se toma ese ejemplo y la compensación fuera similar, los BSA necesitarían unos $120,000 millones para enfrentar las demandas de los 95,000 afectados.
Antecedentes
El club surgió en Estados Unidos en 1910, luego de la experiencia de un magnate de los periódicos de Chicago, William D. Boyce. En una visita a Londres recibió la ayuda desinteresada de un joven explorador que se negó a recibir propina. Eso le inspiró para importar el concepto con la idea de inculcar en la juventud estadunidense un espíritu patriótico, moralmente recto y generoso.
Los BSA comenzaron su expansión en 1916 tras recibir la escritura de constitución por parte del Congreso de Estados Unidos, que detallaba los principios de los scouts por los que se guiaron varias generaciones de niños y jóvenes estadounidenses.
Desde su fundación, los BSA han visto pasar a más 130 millones por sus filas, con nombres ilustres como Walter Cronkite, Michael Jordan, Bill Gates, James Stewart, John Wayne, Ernest Green, Richard Gere, Steven Spielberg, Bill Clinton y John F. Kennedy.
Según muestran documentos internos de la organización, ya en las primeras décadas de existencia de los BSA se informaron de problemas de abusos, en los que se habla de cientos de «degenerados» que habían servido como líderes scouts.
Pese a todo sigue siendo una de las organizaciones juveniles más grandes del país, con 2.2 de niños y niñas inscritos cada año y atendidos por un millón de voluntarios. El número ha estado en constante declive desde que alcanzara su cifra máxima en la década de 1970 cuando sumó cinco millones.
Acusaciones
Las graves acusaciones de pedofilia que enfrenta la organización en programas juveniles cometidos a nivel nacional y por distintos agresores, se registraron con víctimas que van desde los ocho hasta los 93 años.
Por número y por envergadura se trata de la mayor demanda de abuso sexual de la historia en Estados Unidos, superior incluso a los escándalos que enfrentó la iglesia católica. Tampoco es una situación nueva. Las menciones de abusos de este tipo se remontan a los años de la década de 1980 y en décadas posteriores llegaron los procesos judiciales.
Un juez de Oregón obligó en el 2012 a BSA a hacer públicos miles de páginas documentando abusos cometidos a 1,200 niños entre 1965 y 1985. Son parte de lo que bautizaron como los «archivos de la perversión» que usaban para documentar a los instructores pedófilos y mantenerlos alejados de la organización. Algunos datan de los primeros años de la institución. Sin embargo, esos esfuerzos no han logrado poner freno a la hecatombe a la que ahora se enfrentan.
Hay denuncias de los 50 Estados y del extranjero, presuntos abusos cometidos en bases militares en Alemania y Japón. Y no solo de hombres, que son mayoría, sino de mujeres.
«Esto es mayor que todos los casos combinados de la iglesia católica, por mucho», explicó Tim Kosnoff al diario Seattle Times, parte de un equipo de abogados que defiende a 18,000 demandantes. Kosnoff constató que la similitud de las historias de sus clientes es sorprendente pese a ser de distintas partes del país y de distintas generaciones. Las historias que describen son tan consistentes y repetitivas que casi se corroboran.
De momento, la organización se ha disculpado a través de un comunicado. Aseguran estar «devastados por el número de vidas impactadas por abusos del pasado entre los scouts». Tras pedir perdón, buscan la manera de compensar a las víctimas.
Los BSA confían en que el diálogo con las víctimas y el paraguas de la bancarrota los saque del agujero en el que están. Los equipos legales detrás de la demanda no lo ven tan claro. Nunca antes habían lidiado con un escándalo de semejante envergadura.