Este jueves a las once de la mañana el presidente Laurentino Cortizo Cohen lanzará formalmente, desde el ateneo de la Ciudad del Saber el Diálogo Nacional del Bicentenario, “Cerrado Brechas”, con una agenda abierta sobre los principales problemas sociales del país.
Anunciado en julio pasado cuando el mandatario rindió informe ante la Asamblea Nacional de su primer año de gestión, el diálogo se presenta como un espacio y una oportunidad para que las fuerzas políticas y sociales debatan sobre puntos cardinales.
Contrario a lo que sucede en otras naciones de la región, todavía en Panamá fuerzas disímiles, opositoras y oficiales se pueden sentar alrededor de la misma mesa a debatir el futuro del país, a buscar consensos, independientemente de las diferencias políticas o ideológicas.
El Diálogo Nacional ha sido en nuestra historia antesala de grandes acuerdos, una fórmula para alinear discursos y conductas políticas alrededor de una o varias propuestas de urgencia para el desarrollo u oros logros.
Lo fue en los años 70 cuando las fuerzas más disimiles se unificaron en torno a las negociaciones para el logro de los Tratados Torrijos Carter bajo la consigna de la unidad nacional; lo fue igualmente a la hora de definir un Título Constitucional que diera a la Autoridad del Canal solvencia y espacio sin la influencia de los avatares politiqueros locales.
Desde julio de 2019 cuando asumió la presidencia de la República, Laurentino Cortizo Cohen definió como una de las metas centrales de su gobierno, la lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales bajo lo que denominó “la lucha por conquistar la Sexta Frontera”.
Título y definición, Cortizo dejaba claro que daba continuidad a un compromiso postergado. Durante las negociaciones de los Tratados Torrijos Carter, el país priorizó la lucha nacional por el rescate de la soberanía y el canal, pero cumplida esa lucha se debía dar paso al “uso más colectivo posible” de los recursos conquistados, a fin de cambiar para bien los niveles de vida del pueblo panameño.
No ha sido así, y en las áreas donde se ha aplicado ha sido insuficiente, y el país ha seguido siendo en el mundo uno de los que cuenta con mayores desigualdades sociales y un gran abismo entre ricos y pobres. Una condición que, al igual que en países como Chile, Bolivia, Perú o Guatemala se constituye con el tiempo en impaciente antesala de hechos violentos.
El que en Panamá aun las fuerzas adversarias se puedan sentar a conversar constituye expresión de gran alivio, de cierta madurez, pese a todo, pero, asimismo, debe mostrar capacidad para llegar acuerdos que miren el futuro promisorio de la Nación. Todo lo que actúe contra esa posibilidad contribuye aun futuro incierto de acciones cuyas consecuencias no pueden considerarse lo progresista que necesita Panamá.
Que se cumpla o no es una responsabilidad de todos. Si se cumple el país habrá dado un gran salto hacia adelante, si ocurre lo contrario se estarán sembrando tempestades que tarde o temprano derivarán en los hechos lamentables que ya hemos señalado.
Por eso nuestros deseos de que el diálogo que comienza mañana ayuda a cerrar esas brechas sociales que nos hacen conocer por lo menos cinco Panamá diferentes como los ha descrito el maestro Pedro Rivera. Este país necesita rencontrarse consigo mismo, no podemos seguir siendo la Nación con panameños de primera, segunda y tercera clase.