En noviembre del 2021- en un año exactamente- estaremos inmersos en la celebración del bicentenario de nuestra independencia de España. Eso es mucha agua corrida bajo ese puente: doscientos años de independencia, dos siglos de “libertad” tomando plenamente la responsabilidad de construir nuestro destino.
Aunque, por alguna razón que explicaría más certeramente un antropólogo o un sociólogo, durante mucho tiempo hemos puesto el énfasis en la separación de la Gran Colombia; nuestro carácter como nación se comenzó a forjar desde el momento que nos sacudimos las cadenas españolas.
Y no estarán ausentes quienes- con algo de razón- señalen en el alma nacional cierta vocación de dependencia apuntalada por los episodios históricos de nuestra unión a la Gran Colombia y, luego de la separación, la construcción del Canal. No faltan, sin embargo, los eventos que denotan nuestro espíritu libertario y el afán de transitar por caminos propios, trazados bajo el peso de ideales y sueños estrictamente panameños. Para muestra los eventos del 9 de enero de 1964 y- para cerrar el siglo XX- la reversión del Canal el 31 de diciembre de 1999.
Hoy iniciamos el memorable trayecto que nos lleva a la celebración del bicentenario dando gracias a la pléyade forjadora de nuestra nacionalidad: entre otros, Justo Arosemena, Belisario Porras, José Dolores Moscote, Eusebio A. Morales, Ricardo J. Alfaro, Mariano Arosemena, Reina Torres de Araúz, Diógenes de la Rosa, Ricaurte Soler…y muchísimos más cuyas obras y legado reposan hoy en el olvido.
En momentos en que la pandemia del coronavirus siembra el desánimo en la población local mientras una atmósfera gris y degenerativa reina en un quehacer político carente de ideales y proyectos capaces de elevarnos a nuevos estadios de prosperidad y desarrollo, necesitamos volver a las raíces.
Es tiempo oportuno para plantearnos un conjunto de metas que nos una a todos por encima de las diferencias. Hora de unirnos en un sueño común que nos impulse a dar el salto a un futuro de plenitud donde cada ciudadano tenga un espacio para trabajar y prosperar, una oportunidad para aportar al bien común.
Hora es de sacudirnos las miras estrechas abonadas por los arribistas de siempre y dirigir nuestros esfuerzos a la construcción del país que ya soñaron con antelación los forjadores de nuestra nacionalidad.