Tras poner bajo control la epidemia, todos tendremos que meter el hombro y asumir-entre otras prioridades- la titánica tarea de reconstruir la economía del país. Es una labor que el gobierno no podrá llevar a cabo en solitario: necesitará convocar a todos los sectores nacionales.
Pero, para que esta convocatoria resulte efectiva, quienes gobiernan deben contar con la confianza de los gobernados: y esta confianza sólo se gana mediante un elevado nivel de credibilidad.
Durante las últimas semanas, hemos sido testigos de diferentes eventos violatorios de la cuarentena que rige. Eventos protagonizados por relevantes figuras de la administración de gobierno que han encendido la ira y el descontento ciudadano y donde la constante ha sido la impunidad de la que disfruta un sector de la población.
El último de estos sucesos lamentables se desarrolló durante los actos fúnebres de una seguidora política, donde concurrió un elevado número de personas lo cual prohíbe la norma sanitaria vigente. En el acto en mención fue notoria la presencia de dos destacadas figuras del partido gobernante. Una de ellas, por cierto, miembro preeminente del equipo de salud.
Mientras siga reinando la impunidad y estas infracciones trascurran sin consecuencias, sin castigos severos para quienes incurren en ellas, no habrá credibilidad alguna. Y sin credibilidad, la recuperación del país será poco menos que imposible.