Máximo Walker, vigilante número 23, al notar las primeras señales del fuego hizo dar el toque de alarma. Eran exactamente las 12:45 de la tarde del viernes 12 de enero de 1906.
En aquel tiempo, la construcción del Canal de Panamá primordialmente demandaba reducir de forma drástica las mortales enfermedades que diezmaban a los trabajadores. La epidemia de fiebre amarilla, la neumonía, la diarrea y la disentería debían ser erradicadas del Istmo; y, finalizando 1905, el Coronel William Crawford Gorgas había comenzado de lleno la campaña sanitaria más costosa y concentrada que se hubiera visto en la ciudad de Panamá.
La ciudad se fumigaba casa por casa algunas hasta varias veces, incluso los edificios como el Palacio Presidencial, con el más potente surtido de elementos químicos dispuestos para exterminar la mayoría de los insectos y bichos causantes de las enfermedades: insecticida piretrina, azufre para espolvorear, ácido fénico como antiséptico y desinfectante, y cloruro de mercurio, un compuesto inorgánico muy tóxico para los humanos capaz de causar náuseas, vómitos, diarreas, daño renal, hemorragia del estómago, intestinos y otros órganos. Pero además se rociaba petróleo destilado (kerosene) y alcohol de madera, también conocido como alcohol metílico o metanol, elementos peligrosos que hoy se utilizan para hacer combustibles, anticongelantes y para diluir pinturas, los cuales son altamente inflamables.
El incendio provenía de la casa número 14 propiedad de don Melchor Lasso de la Vega, ubicada en la esquina de las Carreras de Darién y Víctor Beltrán, que acababa de ser fumigada por una cuadrilla bajo las órdenes directas del jamaicano Edward Clément. Walker acompañado del vigilante Pacífico Mena y varios particulares tuvieron que desarrajar la puerta porque la vivienda se encontraba herméticamente cerrada por motivo de la fumigación; sin embargo, no pudieron entrar porque la casa ya estaba completamente en llamas por dentro.
Al toque de fuego acudieron los bomberos y una gran cantidad de personas. Rápidamente se extendieron las mangueras de agua, pero las llamas habían alcanzado proporciones tan inmensas que los débiles chorros de las mangueras conectadas a los aljibes no las podían controlar. Encima, el viento propio del caliente verano panameño realizaba el trabajo de avivar el incendio y propagarlo con fuerza hacia las casas vecinas en la Carrera de Malambo. En muy poco tiempo fueron engullidas por las feroces llamas las casas de Carlos Ycaza, Guillermo Leblanc, Ramona Hernández, María P. Casis, Sabina del Bante, León Montilla Jr., Petronila C. de Ledezma, Agustín Arias, Antonia P. viuda de Ábrego, Rosalía Miró, Francisco Filós, Antonia Ávila, María de la P. de Torres, Inés Yanguez, Demetrio Toral F., la residencia del Monseñor Francisco Javier Junguito, Ilustrísimo Obispo de Panamá, y el Asilo San José de Malambo, un hogar para niños necesitados fundado en el año de 1889. La catástrofe también alcanzó las casas de Montilla Hermanos, Dolores Barsallo, Dr. Francisco de la Espriella, José Gabriel Duque y la Cervecería de Juan Malek, las cuales tuvieron que ser demolidas para poder contener el incendio y evitar que éste se propagara más.
El incendio duró varias horas y una persona murió calcinada.
Al principio hubo un profundo desagrado por la actuación del Cuerpo de Bomberos y de la Policía, pues la prensa apuntó a una “completa desorganización de los bomberos”, los cuales no tenían dirección, ni liderazgo y, lo que es peor, una llave con qué abrir los hidrantes por lo que el incendio tomó tan rápido incremento. Además, el proceder de algunos policías fue inicuo. “En los momentos del apogeo del incendio muchos de ellos tomaban cerveza á su sabor en la cervecería del señor Malek” dice el Diario de Panamá. Sin embargo, la mayor indignación fue contra el Departamento de Sanidad norteamericano debido al hecho de que, de acuerdo con los reportes, el incendio fue causado por la irresponsabilidad de los empleados de ese departamento al fumigar la casa donde se originó el incendio. El inspector de fumigación E. A. Smith, el jamaicano Edward Clément, y otras dos personas más fueron arrestadas y puestas a la orden del Alcalde. “El incendio fue causado por la fumigación, lo cual ha probado una vez más que ésta solo sirve para causar innumerables perjuicios. Es preciso, pues que protestemos contra los daños que ocasiona la inútil obra.”
De los daños uno fue irreparable, pues se perdió una vida. El resto era dinero: B/. 53,800.00 en bienes materiales. Luego de un largo proceso de negociación que tomó cuarenta y cuatro años la República de Panamá al fin obtuvo la satisfacción del daño material en cambio la deuda por la víctima era impagable. Si bien al final la labor de fumigación incesante del Coronel Gorgas y sus colaboradores logró dominar las enfermedades y acelerar la construcción del Canal de Panamá, la campaña sanitaria dejó su cicatriz cuando se fumigó Malambo.