El vigésimo segundo Virrey del Perú, Don Melchor de Navarra y Rocafull, Duque de la Palata, falleció en Portobelo, el 13 de abril de 1691, y fue sepultado en la sacristía de la Iglesia Mayor de esa ciudad. El Virrey del Perú, regresaba a España, luego de casi diez años en el ejercicio de su cargo y cuando esperaba embarcarse en la armada española que mandaba el Marques de Bao, le sorprendió la muerte. Aún se conservan en la Iglesia de Portobelo los restos de este ilustre Virrey español. Sin embargo en nuestro país se desconoce su vida y su obra. Ello me motivó a investigar su biografía.
Este Virrey además de Duque de la Palata, en el reino de Nápoles, fue Caballero de la Orden de Alcántara y descendiente de los reyes de Aragón y de Navarra, así como de los condes de Barcelona y Flandes. Era hombre de letras y ciencias, se había educado en el Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo y en la Universidad de Salamanca en donde “acreditó su distinguido talento adquiriendo muy alta reputación por sus conocimientos en la legislación romana y patria, en la historia y en la literatura”
Fue asesor, luego Consejero de los Consejos de Nápoles, de Estado y de Guerra, siendo Vicecanciller del Reino de Aragón y Presidente del Real Consejo del Reino. Fue miembro del Consejo de Regencia durante la minoría de edad del Rey Carlos II.
En el Perú; realizó, entre otras obras, la construcción de la Casa Real de la Moneda de Lima, el Hospital de las Bethlemitas y defendió exitosamente el Perú de los ataques de los piratas. Además se le conoció como uno de los poderosos Virreyes del Perú. El decía: “Dios está en los cielos, el Rey está muy lejos y aquí mando yo”.
El reconocido escritor peruano Ricardo Palma recoge en una de sus obras importantes detalles de la vida de este Virrey.
Para Palma, el Duque de la Palata fue el Virrey más Virrey que el Perú tuvo.
“Precedido de gran renombre e inmensa fortuna, efectuó su entrada en Lima el 20 de noviembre de 1681, siendo recibido por el Cabildo con pompa regia, bajo el palio y pisando barras de plata. Instalado en Palacio desplegó el lujo de un pequeño monarca, implantó la etiqueta y refinamiento de una Corte, y pocas veces se le vió en la calle sino en carruaje de seis caballos y con lúcida escolta”.
Es muy curioso lo que le deparó el destino cuando observamos que su humilde tumba esté hoy ubicada en el pequeño poblado de Portobelo, en la República de Panamá, y que hace 325 años vivía con todo lujo como el hombre más poderoso de la Lima Virreinal. “Sic transit gloria mundi”.