La industria cinematográfica en Panamá ha progresado mucho en los últimos quince años. Películas y documentales panameños participan en festivales de cine alrededor del mundo, y muchos productores estadounidenses y de otras naciones vienen al país en busca de locaciones para sus próximas películas. La Universidad de Arte Ganexa
está ofreciendo una licenciatura en Artes Cinematográficas, mientras que la Universidad de Panamá tiene con regularidad talleres de producción, escritura de guiones y otros aspectos relacionados con ese sector.
Sin embargo, el camino ha sido arduo camino para alcanzar ese nivel de desarrollo con muchos pioneros ansiosos de contar sus historias con un presupuesto limitado, poco equipo y actores aficionados. Uno de ellos fue el costarricense Carlos Luis Nieto, quien realizó cortos sobre los acontecimientos que ocurrían en Santiago de Veraguas en las décadas de los 30 y 40.
Su primera primer filme de ficción fue realizado en 1946. Al calor de mi bohío es una película silente que aborda el tema clásico del viaje del campo a la ciudad y la visión de esta última como causante de la corrupción del ser humano.
En 1943, Ernesto Pool filmó el primer documental etnográfico panameño sobre la tradicional balsería indígena en Tolé, provincia de Chiriquí (la balsería es una celebración de la cultura Ngöbe Buglé, en el que un pueblo invita a otro a compartir la chicha y el hogar, a la vez que se compite mediante la lucha).
El segundo largometraje de ficción panameño llamado Cuando muere la ilusión, una producción que se realiza en 1949, dirigida por Rosendo Ochoa y Carlos Ruiz, fue producido por Panamá Sono Films, propiedad de Ochoa y su hermano. La película es protagonizada por los mejores actores de la época, como Elda de Icaza y Aldo García. Sigue el mismo argumento de Al calor de mi bohío, donde se presenta nuevamente la dicotomía entre ciudad/campo, en la cual la ciudad representaba un peligro para la tradición y la moral, y el campo representaba los valores puros.
La única película realizada en los años 50 fue un filme de carácter religioso llamado El misterio de la Pasión (1954), dirigido por el sacerdote Ramón María Condomines, a petición del director de Cultura del Ministerio de Educación, Rafael Peralta Ortega. El misterio de la Pasión es la filmación de una obra de teatro sobre la pasión de Cristo, en la cual participaron los pobladores de San Francisco de la Montaña, al norte de Veraguas.
En la década de los 60 llega la televisión a Panamá exponiendo producciones extranjeras al público panameño. Esta es un periodo que se caracteriza por varias producciones de largometraje y sucesos de la vida nacional que desembocan en la lucha por la soberanía. En 1965, se realiza un docudrama ordenado por diversos ministerios con el fin de promocionar el potencial turístico del país en el extranjero: Panamá tierra mía, dirigida por Jorge De Castro. La trama es simple, dos parejas en su luna de miel visitando sitios turísticos.
El año siguiente De Castro realizó un largometraje de ficción, titulado Ileana, la Mujer (1966) filmado en 16 mm en blanco y negro y con una duración de 90 minutos. Su presupuesto fue de 30,000 dólares, una suma sustancial para esa época, y contó con la actuación de Isabelita Damián, Donaldo Cardoze, Scarlett Cunningham, José M. Zardón, Ema Rodríguez y Antonio Damián.
Finalmente en 1967 un pequeño grupo de aficionados al cine, fundado por el cineasta Armando Mora, en conjunto a un grupo de estudiantes de teatro de la Universidad de Panamá fundaron el Grupo Ariel. Ellos organizaron el primer el Primer Festival de Cine Nacional, en el que participaron alrededor de quince trabajos, incluyendo participantes zonians [oriundos de la zona del Canal]. El ganador de este certamen fue Carlos Montúfar con el cortometraje Underground de Panamá (1969), el cual obtuvo cinco premios en diversas categorías. Después de ese festival y viendo que participaron 14 trabajos se formó el Cine Taller Ariel.
A partir de este proyecto, Carlos Montúfar y Armando Mora produjeron una serie de cortometrajes en los que se refleja una experimentación en el lenguaje cinematográfico, en búsqueda de una estética propia. Ellos produjeron diversos cortometrajes durante ese periodo, de los cuales sobresale El Canillita (1974), donde narra la historia cotidiana de un niño vendedor de periódicos que recorre la ciudad.
Mientras que Armando Mora también realizó La tierra prometida (1971), filme que se presentó en el festival de cine de Cali, así como Cuartos (1972), basado en un poema de Demetrio Sevillano.
El Cine Taller Ariel se disuelve a finales de los 70 dándole paso a Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU). Mora y Montúfar no formaron parte de este. El grupo se formó para crear una cinematografía nacional.
En 1969, se realiza una primera coproducción con Argentina, con el film del género erótico, Desnuda en la arena (1969), de Armando Bo, la cual contó con la actuación de Isabel Sarli. También, ese mismo año se realizan los primeros documentales para la lucha por la soberanía de Torrijos, El tratado que ningún panameño firmó (1969) y Energía soberana (1960), ambos realizados por John H. Heyman, por encargo del general Omar Torrijos.
Durante los siguientes años, la producciones cinematográficas tomaron un corte político que continuó hasta mediados de los años 80, cuando los temas tomaron un aspecto más artístico concentrándose en la cultura y tradiciones.
Luego de la invasión por parte del ejército norteamericano en 1989 para capturar al General Manuel Antonio Noriega, se realizaron varios filmes y documentales basados en ese hecho tales como My name is Panama (1989) de Yisca Márquez y Carlos Aguilar, “El imperio nos visita” (1990), dirigida por Sandra Eleta y Las casas son para vivir (1991), dirigida por Fernando Martínez, filme que mostró la visión de los niños de los barrios más afectados por la invasión para mencionar a algunas. Finalmente en 1992 El engaño de Panamá de Barbara Trent, llevó la denuncia del conflicto a la plataforma internacional y ganó el Oscar por Mejor Documental ese año.
El milenio trajo muchos cambios para el cine panameño con directores como Héctor Herrera y su película One dollar, el precio de la vida (2002); una historia sobre la violencia que se experimenta en los guetos de Panamá. La película ganó el Festival Internacional de Cine Documental de Madrid y además obtuvo el Premio especial del Jurado en el festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Los puños de una nación (2005), de Pituka Ortega-Heilbron, presentó la historia de Roberto “Mano de Piedra” Durán como un símil de la esperanza del pueblo frente a la disputa política por el Canal de Panamá. Otros directores como Pinky Mon, Luis Franco Brantley, Carolina Borrero y Abner Benaim, dirigieron Historias del Canal (2014), un conjunto de cinco cortometrajes que se ubican en diferentes momentos del siglo entre 1913 y 2013, todos ellos con relatos impactados por el Canal de Panamá.
Durante la primera década del nuevo siglo se confirmó el interés de afianzar la escena de producción de cine panameño, con la creación de organismos como la Asociación Cinematográfica de Panamá (Asocine) y Panamá se convirtió en el primer país centroamericano en ser incorporado al Fondo del Fomento del Cine, Ibermedia.
El Panama International Film Festival se realiza por primera vez en 2012, y se ha convertido en el festival fílmico más grande de América Central con actividades educativas gratuitas para el público.
Ese mismo año se creó, la Dirección General de la Industria Cinematográfica y Audiovisual para proteger y ayudar a crecer esta industria ofreciendo incentivos que han ayudado a muchos talentos emergentes.
La industria cinematográfica panameña está creciendo, pero necesita el apoyo de todos los sectores para que se convierta en un sector importante para la economía del país.