Los primeros 100 días ¿valió la pena?

Miguel Sánchez Ferrán. Comunicador y Estratega Político

En esta última semana hemos visto por parte de los políticos de turno hablar sobre un tema el cual no estábamos acostumbrados en otros periodos, y son los primeros 100 días de gobierno.

Los primeros 100 días de un gobierno son una línea de tiempo importante tanto para el gobierno entrante como para la percepción pública y política de su mandato, pues básicamente representa el 5% de un mandato de cinco años.

El concepto no es nuevo. Al contrario, nació en el gobierno de Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos de América entre 1933 y 1945. Roosevelt, para frenar los devastadores efectos de la Gran Depresión, utilizó los 100 primeros días de su mandato como una estrategia a su favor.

Si bien es cierto que durante este lapso de tiempo es poco lo que se puede lograr en términos de cumplimientos estratégicos; no deja de tener un significado transcendental en la política.  Los primeros 100 días de mandato pueden ser interpretados como un termómetro informal de cómo será el desempeño de las diferentes administraciones para el periodo restante. Además, sirve para demostrar quiénes tenían un enfoque previo, desde su campaña, y quiénes esperaron a quedar electos para empezar a ver con qué trabajar.

Los primeros 100 días de gobierno pueden utilizarse como una ventaja a favor del gobierno entrante al aprovechar el auge del momento de la victoria electoral, consolidando el apoyo popular al mostrar una imagen positiva que represente el cambio y la eficiencia.

Si bien este lapso puede considerarse como un “periodo de gracia” entre electores y gobernantes, la dureza de las críticas por parte de la opinión pública dependerá de si el gobernante ha sido electo por primera vez o, por lo contrario, reelegido para el cargo al que se postuló.

Sin dejar de lado la importancia de este periodo, el mismo viene acompañado por desafíos que, por la presión por lograr resultados rápidos, obligan a tomar decisiones precipitadas y hasta cometer errores.

Para los novatos, los 100 primeros días deben servir para plantear acciones efectivas que, además de marcar su mandato, contribuyan a construir su imagen. Una buena estrategia ejecutada después del nombramiento de cualquier político le puede ayudar a ganar terreno frente a la opinión pública, pues permite marcar el camino por el cual el político ha de seguir a lo largo del quinquenio.

Este periodo representa una gran oportunidad para iniciar con las gestiones de las promesas de campaña, desarrollar alianzas estratégicas entre los distintos órganos del Estado, además de afirmar la credibilidad política y consolidar base de apoyo del líder de turno.

Las mejoras o cambios que se deben implementar, deben estar enfocados en resolver los problemas prioritarios de los electores: salud, educación, creación de empleos, desarrollo económico y seguridad social; dejando ver de forma clara la capacidad de ejecución y liderazgo de las personas elegidas.

Por el contrario, no es momento ideal para gastar recursos como tiempo, dinero y capital humano en leyes y obras que no sean de primera necesidad para la población, la cual usualmente exige cambios y mejoras de manera urgente.

Los 100 primeros días también están caracterizados por una cobertura mediática intensiva. Se debe aprovechar este interés para poder comunicar a la ciudadanía las decisiones y políticas implementadas en este tiempo. Por esto, es sumamente importante dar a conocer las obras y logros desempeñados a medida que se van ejecutando; no esperar a cumplir los 100 días para publicar un resumen sobre la gestión hasta el momento.

Sin dejar de lado la importancia de este periodo, el mismo viene acompañado por desafíos que, por la presión por lograr resultados rápidos, obligan a tomar decisiones precipitadas y hasta cometer errores. Hay que tomar en cuenta que los cambios toman tiempo, por lo que si no se materializan de forma “inmediata”, pueden generar frustración y desesperación entre los simpatizantes. Un gobierno también se enfrenta a la burocracia, la resistencia interna y externa, y las posibles crisis imprevistas que pueden desviar la atención de su agenda principal.

El mejor ejemplo de una gestión planificada de los 100 primeros días es el ejecutado por la Alcaldía de San Miguelito. La nueva gestión realizó una recaudación de impuestos de casi tres millones de dólares en tres meses, saldó la deuda con la seguridad social que irresponsablemente había dejado la gestión anterior y comenzó a gestionar mejoras en la recolección de basura, siendo este el problema principal del distrito de San Miguelito.

Paralelamente, la alcaldesa y su equipo se han enfocado en buscar soluciones para otros temas críticos en el distrito como lo son la seguridad, el transporte, cuidado del medio ambiente, bienestar animal y recuperación del espacio público; sin dejar de cumplir con los parámetros de comunicación efectiva, trabajo, organización y compromiso que caracterizó la campaña de Irma Hernández durante el periodo de campaña electoral bajo el eslogan: “San Miguelito + bonito”.

Si bien es cierto que los primeros 100 días no definen por completo un quinquenio, sí puede ser considerado un indicador clave de la capacidad de nuestros gobernantes para cumplir sus promesas de campaña y dirigir al país. El éxito en este periodo puede generar un fuerte impulso para el futuro, mientras que los errores pueden ser difíciles de superar.

Por este motivo, muchos líderes concentran sus energías en lograr avances significativos durante esta etapa, conscientes de que la percepción, positiva o negativa, por parte de la población sobre sus primeros 100 días de gestión, pueden tener repercusiones duraderas en el tiempo.

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