Preguntas frecuentes y respuestas urgentes sobre la Inteligencia Artificial

Comprender su funcionamiento, permite a cada individuo y a los colectivos sociales posicionarse en relación a la adopción de estos sistemas así como valorar en contexto los productos generados por éstos

A través de un documento, la Fundación Sadosky indaga el significado, los costos, el razonamiento, la ética y el lugar de la educación alrededor de esta tecnología. 

Desde el uso de Chat GPT, la aparición de Meta AI en WhatsApp e Instagram y la llegada de un DJ artificial a Spotify, hasta su uso en procesos electorales y la presencia de influencers virtuales digitales, la Inteligencia Artificial (IA) es protagonista en la vida diaria de las personas. También, su uso se da en el ámbito educativo y en la medicina. Pero, ¿de qué se trata esta tecnología? ¿Es nueva o existe hace mucho tiempo? ¿Se puede equivocar? Estas y otras preguntas responde la Fundación Sadosky en su nuevo informe “Diez preguntas frecuentes y urgentes sobre Inteligencia Artificial”.

“Un punto interesante es que la IA no es una idea reciente: tiene más de 70 años. Sin embargo, la combinación reciente de tres factores explican su desarrollo actual y uso masivo: la disponibilidad del hardware necesario con el desarrollo de GPU (unidades de procesamiento gráfico) de altísima capacidad de procesamiento, la existencia de una cantidad inmensa de datos gracias a la existencia de internet y el almacenamiento concentrado de estos datos“, dice el informe. A su vez, el trabajo comienza con una advertencia: la información con la que cuenta esta tecnología es otorgada por las personas de manera voluntaria al aceptar las bases y condiciones, aunque ellas mismas desconozcan este hecho.

Así, el documento elaborado junto con profesionales de universidades públicas, como la Universidad Nacional de Quilmes, indaga acerca de cómo funciona la tecnología, si razona o no, cuál es su verdadero costo o cómo se construyen las aplicaciones basadas en IA. También, complejiza el debate con otros interrogantes, como por ejemplo, si la diversidad cultural puede ser un factor que afecte la capacidad de las computadoras de generar contenido digital o si es recomendable usar soluciones basadas en IA para enseñar a programar.

“La capacidad de esta tecnología para potenciar o impactar negativamente sobre el accionar de las personas o su ecosistema ambiental, social y político está ligado a la difusión de información precisa sobre el real funcionamiento de dichos sistemas. Es decir, saber su potencia, sus límites e impactos”, explica Mara Borchardt, coordinadora de la Iniciativa ProgramAR de la Fundación Sadosky, a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ. De esta manera, aquellas personas que no son especialistas en la materia tienen la posibilidad de tomar decisiones basadas en argumentos y evidencia científica “o seleccionar profesionales que colaboren en la toma de definiciones críticas”, plantea.

Incluso, el informe se adentra en la discusión acerca de qué papel le corresponde a la escuela ante el auge de esta tecnología, un tema que ocupa las cabezas de docentes primarios, secundarios y universitarios. En este sentido, desde el documento se considera que los establecimientos educativos deben ser los lugares donde los niños, niñas y adolescentes descubran y entiendan cómo funciona la IA, una herramienta que forma parte del mundo contemporáneo, aunque su velocidad, facilidad y acceso puedan generar cierto temor.

“Educar sobre estos temas es necesario para que la población general comprenda que no hay magia, ni justicia, ni verdades absolutas que sustenten las decisiones que sobre sí recaen producto del uso de sistemas de IA”, reflexiona Borchardt. Y continúa: “Comprender su funcionamiento, permite a cada individuo y a los colectivos sociales posicionarse en relación a la adopción de estos sistemas así como valorar en contexto los productos generados por éstos”. 

Publicación original de la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ

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