¡Amanecerá y veremos!

Panamá ha vivido un extenso período de declive político. Aún mucho antes del funesto régimen militar, la política era una de bandos, donde las administraciones gubernamentales se articulaban en torno a los intereses y los bolsillos de unos pocos clanes que se servían del Estado.

El mal llamado período revolucionario no fue nada distinto a un cambio de castas: quienes hasta entonces habían ejercido el papel de fieles de la balanza de la política del patio, decidieron asaltar el poder y ponerlo al servicio de sus particulares intereses. Como quien dice: un simple cambio de bolsillos. Y nada cambió luego de la cruenta invasión de diciembre del 89 que puso fin al régimen militar: los gobiernos post invasión, esta vez enarbolando la bandera democrática para maquillar sus tropelías, han agudizado el proceso de declive político que, en estos momentos, nos ha llevado a tocar fondo como nación.

Hoy es un día de renovadas esperanzas, no por el nuevo mandatario, sino por las nuevas voces que a partir de este momento intentarán construir espacios de representación a sectores hasta ahora ignorados; nuevas voces que, esperamos, con la mirada puesta en el bienestar colectivo afrontarán los temas y desafíos pendientes sobre los que se construirá un país más equitativo y un futuro más prometedor.

El presidente que hoy asume tendrá que demostrar que no es otro más de la misma casta politiquera que a lo largo de los últimos cincuenta años ha llevado la batuta de la decadencia nacional. Mientras que los jóvenes que hoy refrescan el escenario de la política local, esos mismo que llevan sobre sus hombros las esperanzas de un pueblo frustrado, tendrán que demostrar que son dignos de la confianza depositada sobre ellos. Esperemos que lo sean.

TAGGED:
Comparte esta Noticia