Panamá tiene sus ventajas comparativas frente al resto de la América Latina. Sigue existiendo esa confianza como país seguro y de economía abierta.
La mayoría de los latinoamericanos ven a Panamá con buenos ojos. En Panamá la izquierda recalcitrante solo recibe un 1% de aceptación de la población. Las elecciones no son torneos donde se define la suerte del modelo económico del país. Nadie teme expropiaciones, cambios tributarios punitivos para el sector productivo. Nuestras diferencias no se resuelven con un tamiz ideológico fundamentalista.
Se ha nacionalizado al dólar americano como moneda propia. La atención a nuestra prosperidad nacional se focaliza en la inversión extranjera. Hemos sabido vivir bajo la sombra de los Estados Unidos sin mayores dificultades en los últimos veinticinco años y sin la necesidad de una presencia militar. Nuestra importancia geopolítica para los Estados Unidos pasa por la vía diplomática y no la vía militar. Los panameños han sabido vivir y tener un espacio de accionar en libertad sin afectar los intereses norteamericanos. Aprendimos a ser realistas y sabemos nuestras limitaciones por nuestra posición geográfica y como sacar ventajas. El marcado pragmatismo a la cual nos hemos abocado debemos considerarlo una virtud. Los países pequeños como ya lo manifestó Tucídides en su Historia del Peloponeso deben a toda costa evitar la suerte de la Isla de Melos.
Muchas vicisitudes innecesarias hemos pasado por vivir desconectados de los acontecimientos internacionales. Éramos un país globalizado antes de la globalización, sin embargo, por no ir con los tiempos terminamos en listas negras y minimizamos nuestra posición como centro de servicios internacionales. La temática del lavado de dinero nos pegó con mayor fuerza por no ajustar nuestras leyes a las exigencias internacionales. Y como consecuencia, el mundo offshore a la cual le prestamos importantes servicios ahora pasó a otras latitudes. No desaparecerá, pues el mundo requiere instrumentos legales facilitadores del comercio internacional.
Panamá desde el siglo pasado y con más de cien años de experiencia estábamos adelantados a los tiempos. Toca alinear al Estado panameño a los proveedores de servicios internacionales desde Panamá. No hay razón para vivir estigmatizados por todo lo sufrido en el pasado. Requerimos que nos respeten y si bien adoptamos leyes de retorsión y permitimos a todos los Estados del mundo a participar en las licitaciones públicas multimillonarias no utilizamos esa instrumentalización para que nos respeten. Los americanos tienen su OFAC, su sistema de visado, su política arancelaria al servicio de los intereses nacionales. Nosotros tenemos menores instrumentos, pero estoy seguro implementarlos generara presión hacia Estados que nos discriminan o nos estigmatizan.
Pro mundi beneficio no debe ser razón para no salvaguardar la seguridad de nuestro país frente al tránsito de buques con material radioactivos a través del Canal de Panamá. El Cabo de Hornos es mejor ruta para los buques con carga radioactiva pues no existen poblaciones importantes en esos lares. Aquí en Panamá un accidente, un error y existe todo el potencial de liquidar poblaciones enteras en Panamá y Colón. Hay países a la cual le prestamos ese servicio poniendo en riesgo nuestra seguridad nacional y tienen el descaro de estigmatizarnos. Por nuestro canal se transita la droga hacia Europa. Es hora de inspeccionar los barcos que tienen como carga destino a países como Francia y Alemania y limpiar esa mala imagen que los franceses y alemanes tienen de Panamá como si aquí patrocináramos este vil negocio.
Pues bien hagamos lo correcto. Mas vigilancia sobre el movimiento de carga y pasajeros hacia Europa. Igualmente patrocinemos más comercio y negocios con países que nos respetan y no nos estigmatizan con listas negras. Algunos países se han tomado el atrevimiento de irrespetar a nuestro país para así enarbolar una supuesta bandera de integridad y transparencia que en realidad no poseen. Eso hora de decir BASTA.