La campaña electoral en Panamá parece encaminada a repetir los vicios del pasado: demagogia, falta de visión y ausencia de planes concretos para enfrentar los graves problemas nacionales. A pocos meses de las elecciones, los candidatos guardan silencio sobre crisis urgentes como las pensiones y el agua. Mientras que la incertidumbre se cierne sobre centenares de miles de jubilados ante el desplome del Programa de Invalidez, Vejez y Muerte, más del 40% de la población, por otra parte, sufre interrupciones o carencia absoluta del suministro de agua.
En lugar de propuestas serias, los aspirantes apelan a la manipulación emotiva y a grandes promesas sin sustento. Una estrategia tan efectiva como irresponsable para captar votos. Esta falta de visión y liderazgo real ha desmoronado la credibilidad de la clase política e instaurado la filosofía del “sálvese quien pueda” que mantiene en vilo el presente y el futuro de todos.
Urge un cambio. Los votantes deben exigir planes específicos, viables y bien sustentados. No deben dejarse seducir por cantos de sirena y espejismos electorales que después se desvanecen. Debemos pensar en el futuro de Panamá, no en intereses particulares. Rompamos de una vez por todas con décadas de demagogia que sólo han profundizado la mediocridad y el atraso. Exijamos responsabilidad y capacidad a los aspirantes, y rechacemos la mediocridad, la falta de valores y la incapacidad de inspirar metas que unan a la nación en la búsqueda de objetivos que redunden en beneficio de todos. Pero el primer paso en esta nueva mentalidad es no volver a caer en la trampa de las mismas viejas promesas vacías y engañosas.