La crisis social que se vivió en Panamá hace apenas un par de semanas fue un evento de gran magnitud que sacudió a la sociedad panameña. Las protestas, que se extendieron por más de 30 días, dejaron un saldo de decenas de heridos y detenidos, así como cuantiosos daños materiales, sin olvidar a los que perdieron la vida en los aciagos eventos.
Estas manifestaciones, impulsadas por el arraigado descontento popular vigente, ponen de manifiesto la necesidad de un cambio en el aparato de gobierno: la población ha perdido la confianza en las instituciones estatales y en quienes las dirigen, haciendo obligatorio que se tomen medidas para recuperarla. La renovación del gabinete ministerial y de todas aquellas instituciones que comparten responsabilidad con lo ocurrido, es una medida necesaria si a lo que se aspira es a trabajar y cerrar el quinquenio con una última buena impresión.
Estos cambios no serían suficientes para resolver los graves problemas de fondo que aquejan a la nación, pero, permitiría introducir nuevos liderazgos en la administración del Estado y volver a contar, siquiera, con una pequeña cuota de credibilidad que permita culminar, sin tantos sobresaltos, lo que resta del período presidencial. Y evitaría, por otra parte, las suspicacias como las provocadas por el anuncio del equipo que se encargará de ejecutar el Plan Nacional para enfrentar el cambio climático y el fenómeno del Niño. Entre las instituciones encargadas estarán el IDAAN, el Ministerio de Ambiente, el de Desarrollo Agropecuario, la Autoridad de los Servicios Públicos y el Ministerio de Salud, todas ellas con un común denominador: no cuentan con la confianza ciudadana porque han fracasado rotundamente en cumplir con las tareas que por deber le corresponden.
No hace falta esgrimir más razones para dejar establecido que la renovación del gabinete y de algunas otras instituciones, es una medida necesaria para la recuperación de Panamá.