Ecos de pesadilla

Hoy se cumplen 34 años de la invasión estadounidense a Panamá ocurrida el 20 de diciembre de 1989. Denominada en código militar Operación Causa Justa, la operación fue ordenada por el entonces presidente de los Estados Unidos, George H. W. Bush, y tuvo como objetivo derrocar al gobierno del general Manuel Antonio Noriega, quien era acusado de narcotráfico, corrupción y violación de derechos humanos.

La invasión se produjo en un contexto de creciente tensión entre los Estados Unidos y la férrea dictadura de Noriega. El general panameño había sido un aliado de los Estados Unidos, pero en los años 80 comenzó a distanciarse de Washington y su estrecha relación con el gobierno cubano, con la Unión Soviética y con carteles del narcotráfico lo puso en la mira del coloso norteño.

Las causas de la invasión estadounidense a Panamá son complejas y han sido objeto de debate. Las autoridades estadounidenses justificaron la invasión argumentando que era necesaria para proteger la vida de los ciudadanos estadounidenses en Panamá, para restablecer la democracia en el país y para combatir el narcotráfico. Sin embargo, otros analistas sostienen que la invasión fue motivada por intereses económicos y geopolíticos. Los Estados Unidos estaban preocupados por la amenaza que podía significar el régimen de Noriega para el Canal de Panamá, y también temían que el general panameño se convirtiera en un aliado de los regímenes comunistas de Cuba y Nicaragua.

La invasión de Panamá fue un evento violento que causó grandes daños y víctimas. Las fuerzas estadounidenses bombardearon objetivos militares y civiles. Sin embargo, trascurridas más de tres décadas, aún no hay establecidas cifras definitivas sobre la cantidad de muertes ocasionadas ni la de heridos. El trágico evento sigue siendo un tema controvertido. Los partidarios de la invasión argumentan que fue necesaria para proteger la democracia y la seguridad en el hemisferio occidental. Los opositores a la invasión sostienen que fue una violación del derecho internacional y que tuvo consecuencias negativas para Panamá. El legado de la misma es complejo y aún está en desarrollo. Para el común de los panameños, el largo proceso de democratización posterior ha sido como una montaña rusa: con altos y bajos. Para muchísimos, con una mayor cuota de bajos, más pronunciados y permanentes. Al punto que aquellas palabras, “los que vienen después de mí son peores”, resuena constantemente en los corrillos populares, dando vigencia a la interrogante; ante tanta degeneración política y corrupción, ¿aquella pesadilla vivida el 20 de diciembre de 1989 ocurrió en vano?

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