Bravucones impertinentes

La política panameña necesita más inteligencia y menos insultos, porque el debate democrático no se construye a gritos sino con razones. Durante los últimos años hemos visto un alza alarmante de expresiones soeces y descalificaciones en la discusión pública de nuestro país. Al punto que la percepción generalizada es que cada vez más, el debate se convierte en un intercambio de improperios y bufonadas. En una institución crucial para el país como lo es la Asamblea Nacional la nota predominante es la ausencia de ideas y las propuestas se reducen al afán de llenar el calendario de homenajes pintorescos y que nada aportan al desarrollo que se precisa.

La ciudadanía espera debates de altura, con soluciones reales a sus problemas. Panamá necesita líderes que persuadan con razones, no con bravuconerías. Los temas urgentes que atender son muchos: la inflación, la corrupción, la pobreza, entre otros. Solucionarlos requiere diálogo y buenas políticas, no insultos baratos. Lamentablemente, el futuro de la democracia panameña está en manos de líderes incapaces de argumentar con seriedad, de tender puentes, encontrar consensos y carentes de la consistencia intelectual necesaria para generar las ideas que se necesitan para la construcción del futuro.

No se puede negar que el debate apasionado es propio de la democracia. Pero el desbordamiento de las más bajas cualidades humanas no puede permitirse. Como muy bien expresara Nelson Mandela: «podemos disentir sin ser desagradables».

Para que el país avance y evolucione, un requisito obligado es que la política panameña abandone la bravuconería y recupere la valentía y la integridad de las buenas ideas. Los verdaderos demócratas no son los que más gritan, sino los que razonan mejor. Y la democracia panameña merece mejores ideas, no más fanfarronadas.

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