Festival de bufones

Imaginar el futuro es una tarea extremadamente ardua que requiere muchísimas neuronas. Tal vez por ello es que en el entramado latinoamericano reina el cortoplacismo: porque los personajes que pululan en la política del área son alérgicos al esfuerzo y carecen de la inteligencia que exige tender la mirada hacia las potencialidades y las oportunidades que superan el quinquenio. Para las camadas políticas que controlan el escenario, no hay plazo más allá de los cuatro o cinco años del período para el cual fueron electos, por lo que les consume la urgencia de presentar, antes que culmine, cualquier adefesio que puedan maquillar y ofrecer como un logro para renovar su permanencia en el poder- que es en lo único que muestran preocuparse por el largo plazo-. Esta es la explicación más simple para comprender ese carnaval de inauguraciones de carreteras, de callejones, de hospitales sin equipos ni personal que atienda los requerimientos de salud; en fin: cualquier cosa financiada con el dinero público cuyo corte de cinta pueda convertirse, gracias a la magia de las relaciones públicas, en una palmada en la espalda y un empujón proselitista para quienes, la mayoría del tiempo transcurrido de gestión, demostraron una rotunda incapacidad y desidia. “Los políticos siempre van a preferir construir obras públicas, que puedan estar a la vista de todos antes de las próximas elecciones”, escribió tajantemente Andrés Oppenheimer en su obra Basta de historias.

Mientras la política que persista en el escenario local sea esa comedia burda y de baja estofa protagonizada por tal ralea de bufones, el país transcurrirá de tumbo en tumbo, sumido en la creciente incertidumbre y la amenazante polarización que tiene en jaque la estabilidad social que nos caracterizaba.

La nación exige una nueva política capaz de construir las visiones y los planes que permitan anticiparse al futuro. Sólo previendo con mucha antelación las oportunidades que puedan presentarse, estaremos preparados para identificarlas y aprovecharlas con mayores posibilidades de éxito. Y únicamente un liderazgo visionario y ético garantizará que lo logremos.

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