Dos personajes puntuales se erigen como las encarnaciones de todo cuanto está mal en la política nacional.
El uno, en medio de la más profunda crisis económica de las últimas décadas, no se ha ahorrado molestias ni oportunidades para promocionar iniciativas absurdas e inoportunas, cuyos beneficios apuntan a un reducido grupo de panameños que no son, precisamente, los más urgidos de soluciones. Primero, con su “incondicional” apoyo al proyecto de ley que pretendía restaurar la vigencia de los dobles salarios en el sector gubernamental. Y que, ante el creciente rechazo ciudadano, optó por una opción igual de oportunista y politiquera: aquellos con dos puestos en el gobierno podrían decantarse por el salario más jugoso, aunque no realizaran las funciones correspondientes. Ahora, sin medir consecuencias y buscando las simpatías de centenares de miles de jubilados, se lanza con una nueva intentona que, de concretarse, costará a las maltrechas arcas estatales la friolera de uno 65 millones de dólares anuales y que consiste en entregarles- a jubilados y pensionados- 220 dólares anuales distribuidos en tres pagos. Aunque un par de ideas para afrontar la quiebra del Programa de Invalidez, Vejez y Muerte habrían resultado más valoradas, el diputado en cuestión prefiere echar mano del más desvergonzado oportunismo electorero y finge ignorar que durante los últimos años la nación se ha endeudado descomunalmente comprometiendo gravemente las finanzas estatales.
El otro personaje simbólico, joven encarnación de la decadencia política y de las prioridades al revés que mantienen enfermo al país, destaca en la fiesta política montada en la provincia de Chiriquí para sumar nuevos adeptos al partido oficialista. Lo cual habría pasado como un evento más de los tantos que ha escenificado, si no fuera porque a pocos kilómetros de ahí, centenares de nacionales sufrían los duros golpes de las lluvias, inundaciones y deslaves provocados por el paso del huracán Julia en el mar caribeño.
Dos personajes grises, símbolos del populismo que, como una infección, corroe la vida nacional; y que, sumado a la falta de ideas y de planes de desarrollo, condenan al país a caminar al filo de la navaja: sin esperanzas de un mejor porvenir.